Page 34 - Braña
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más resistentes, generalmente las vacas escosas, un rebañín que dejaba libres las
menguadas yerbas de la tenada para otras. Y allí dormía el pastor, entre humedades
y fríos, con las cabañas a veces sepultas en la infinita blancura de la Vega en la que
apenas los de Pelambre calentaban sus manos al sol de la mañana, porque en la
zona sombría del Requexón entraba el sol febrero arriba. Hablaremos un poco de
estos puntos citados en las siguientes páginas, los barrios de la Vega. El ganado
se recogía antes de llegar la pronta oscuridad en los corripios, alimentándolos con
“daqué marallu” del aceu.
Hoy resulta penado por la legislación quitar una simple rama de acebo para engalanar
la navidad, considerando su alto valor como refugio de animales silvestres, entre
ellos el urogallo. Sin embargo, su poda sistemática practicada por los lugareños
lograba que el árbol creciese y se desarrollase con vigor, lo que Real Academia
de la Lengua Española entiende por “podar” y lo que los sabios campesinos
conocían empíricamente, pues la poda en los meses invernales hacía renacer con
fuerza los aceales. Cuando se prohibió este aprovechamiento ganadero, los árboles
empezaron a enfermar y a hacerse viejos; algo habría que escuchar a los naturales
de estos contornos.
El acebo es un árbol dioico, lo que en estos tiempos en que nos podemos declarar
hombre o mujer según nos plazca, resulta difícil de explicar. Para los campesinos la
hembra es el aceu, suave y vistosa con sus invernales frutos rojos, delicia del vacuno,
mientras el macho sería el carrascu, que ni se puede comer por su dureza ni acariciar
siquiera por sus afilados pinchos, pero que también puede tener las mismas bolitas
que nos anuncian la navidad. Lo reseñable, para guardar en la mochila de nuestro
viaje, es la utilidad que le daban los vaqueros al carrascu: un eficaz remedio para
limpiar el interior de las cuernas en que bebían la leche.
ENVERANGAR
La trashumancia es una actividad de pastoreo que implica el traslado estacional de
los animales en busca de terrenos fértiles en los que puedan disponer de mejores
pastos para su alimentación. Conocimos en Casu la existencia de tres rutinas
trashumantes, una exógena y de largo recorrido, hoy desaparecida, la presencia
de los rebaños merinos, y dos de carácter interno: la migración estacional de los
ganados a las majadas o pastizales de altura, denominada trashumancia de radio
corto, y la antigua migración invernal a los pastos de la marina, que tanto se estiló
por estos pagos al amparo del fuero que en 1447 nos otorgara el monarca Juan II
de Castilla.
“En Bezanes vaquerones, porque tienen gües y vaques, falta tienen de tener que
tienen muchos rapaces”. Eso cuenta la copla, señalando con mordacidad las
necesidades de los bezanexos para sacar adelante su numerosa prole. Por ello las
majadas –las bragnas ad pascendum del rey Fernando- fueron el recurso comunal
del que disponían tierras montañosas como la nuestra, para saciar las necesidades
alimenticias de los ganados cuando en las primaveras se agotaban las yerbas
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