Page 31 - Braña
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Viaje al paraíso: Brañagallones
cuyo decidido empeño quizás contemplásemos hoy un simple mosquil, abandono
y ruina, como tampoco hubiera tenido la continuidad necesaria sin la carismática
figura del guardián del refugio, José Manuel Prado; sin él al frente, sin su constancia,
su paciencia ante la exasperante lentitud de los organismos en resolver las
necesidades, su dinamismo y su enorme amor a estos parajes, las paredes del
refugio se resquebrajarían; un gran acierto y una gran suerte para la Federación
contar con José Manuel y su equipo; a buen seguro que en su hijo Diego encontrará
un prometedor relevo generacional.
La promoción del turismo verde y convertirse en el epicentro del turismo sostenible
en la zona, son los objetivos del refugio. Cuentan sus instalaciones con capacidad
para treinta y nueve personas en diez habitaciones con baño completo y agua
caliente, un lujo sencillo y montañero al alcance de todos, paseantes, escaladores,
turistas y hasta de los amantes de la buena gastronomía que sus fogones nos ofrece
si tenemos la previsión de reservar mesa; un marco incomparable para conectarse
con la Naturaleza, para sentir, contemplar y admirar la montaña, pues montañero
–en palabras del mismo Lueje- “no es solamente el que vence la montaña. También
lo es, y muy relevante, el que la siente, la admira y la contempla”. Ojalá los proyectos
anunciados se lleven a cabo, larga vida al mascarón de proa de nuestro Parque
Natural.
BRAÑAGALLONES: EL PORQUÉ DE SU NOMBRE
Llamamos por estos pagos “mayada” a la majada, que -según el Diccionario de la
Real Academia Española- alude al lugar en el que se recogen de noche los ganados
y se albergan los pastores; el puertu, la vega, la braña, que proviene del latín
*maculata, conjunto de mallas o de redes, redil para apresar o contener al ganado;
así que la majada va a resultar, en nuestro caso, etimológicamente pariente del
Redes. En realidad la Vega, ese prodigioso teatro al que arropa el hayedo, es hija
de Redes.
Intensa sonoridad la de su nombre, Brañagallones, que aúna la braña, la veránea,
los pastos del estío, con los orgullosos urogallos, los grandes gallos o gallones que
tanto abundaron y se diezmaron en esta frondosa tierra de aceos y fabucu. Sin
embargo, quizá nuestra simplicidad al asociar el origen de los nombres pudiera
ocultarnos la posible relación de esos gallones con algunos pedruscos que aun se
pueden observar en la pradera; sería la arriesgada hipótesis del profesor Galmés
quien al estudiar la abundante toponimia aviaria de la región apunta a una braña
de los cantos (de la raíz prerromana kal*, kaliones – Caleao- y de ahí los gallones,
duros como el callu en el pie); dejamos constancia aunque nos decantemos por la
tradicional y poética definición: la braña de los urogallos, aunque los urogallos sean
en la actualidad los grandes ausentes de un territorio al que vuelve el oso y en el
que campa el lobo, que encamaba en La Corona del Sellar y compartían espacio
por las bajeras de Mericueria y Meremuerta. Los grandes rebaños de rebecos de
este Serengueti casín, a tiro de prismáticos en Les Planes, que llegaron a superar
una población de tres mil ejemplares en época del Coto Nacional de Reres, fueron
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