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Viaje al paraíso: Brañagallones






        y las mismas historias de los hombres del monte en su dura convivencia: los fugaos y
        la contrapartida, los madreñeros y los guardamontes, y noticias habidas de terribles
        sucesos.  Y en la otra banda, al  llegar al Matón,  en  lo profundo, otras camperas,
        hijuelas de la Vega, en las que se abrigaba el ganado en tiempos borrascosos y de
        nieves: Les Campes y El Foyancón.

        El acceso por sendero marcado al inextricable paraje discurría por la antigua ruta
        que seguían los vaqueros de Sotu y Belerda hacia la Vega, por Xabugu, La Braña,
        el Collau La Vara y Cuafó. En su día se consideró interesante recuperar la cañada
        para  que  la  visita  a  Brañagallones  pudiera  realizarse  por  dos  rutas  diferentes  y
        complementarias, pero Medio Ambiente impidió se llevase a efecto al considerarlo
        zona de anidamiento de águilas reales.

        EL REFUGIO Y SUS ODISEAS
        Para abarcar en plenitud la gran majada de Brañagallones, la delicada armonía de
        sus poblos, hoy cabañas reformadas y bien cuidadas por sus nuevos inquilinos,
        alcanzaremos el refugio, donde nunca falta la franca sonrisa y amabilidad de los
        admirables custodios de este paraíso. Auténtico buque insignia del Parque Natural,
        su mera supervivencia ha estado condicionada por la orografía en que se ubica, por
        las muchas nieves e inviernos interminables, los difíciles accesos y la desidia de una
        Administración que por enésima ocasión pretende modernizar sus instalaciones y
        hacer del mismo “un emblema turístico que ha de fortalecer el tejido empresarial
        de la comarca”, acometiendo perentorias necesidades, mejorar su eficiencia
        energética, renovando la techumbre y el obsoleto sistema eléctrico, que a la fecha
        viene funcionando a través de contaminantes generadores de gasoil, sustituyéndolo
        por energías limpias para que sea ejemplo de sostenibilidad acorde al edén que se
        enmarca. Mientras estas líneas se escriben felizmente estarán a punto de iniciarse
        tan anheladas reformas.

        En el Reglamento del Coto Nacional de Reres y Brañagallones (1945), se establecía
        que “habría de constituirse un refugio en la majada de Reres” (sic) instándose a la
        presentación de los pertinentes proyectos técnicos. Bajo el impulso de don Alfonso
        de Hoyos, duque de Almodóvar del Río como delegado oficial del Coto al que
        sucedió el recordado doctor don Alfonso Argüelles Eguíbar, fueron colocándose
        las bases del coto nacional, en el que la caza del rebeco, para recuperarse de los
        estragos del periodo bélico, permaneció vedada hasta 1956. Habrían de transcurrir
        casi dos décadas desde su creación para que la construcción se llevase a efecto, una
        tarea titánica desarrollada en varios años, desarrollada en un espacio que ni siquiera
        tenía por aquella época, como vimos, un digno acceso; obra en la que aportaron
        sus manos muchos vecinos de Sobrecastiellu. Desde el momento mismo en que se
        desbrozó y aplanó el tesu del Pandiellu, hacia 1953, comenzó una frenética empresa
        en busca de los materiales sin otro medio de transporte que no fuesen caballerías y
        carros. Cuentan que se llevó la piedra desde canteras en La Grandiella y Valdebezón,
        con  un  carro  del  país  que  hubo  de  subirse  desmontado  desde  el  Andorviu,  y
        otro de radios, que bajó de Isoba (León) con la fuerza animal de dos parejas; la

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