Page 28 - Braña
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Afayáivos nel paraíso, reza el cartel que nos recibe, hemos llegado a la meta. La
        pureza del agua y las maripositas azules que citaba -cuando en su efímera temporada
        nos deleitan-, la campera inmensa, un paisaje de cuento que la geología creó hace
        milenta años y que las manos campesinas moldearon, se abre en plenitud ante la
        vista, el síndrome de Stendhal se apodera del viajero, que no dejará de asombrarse
        cuantas veces visite Brañagallones.


        LA MIXTURA DE LOS RÍOS
        Antes de nuestro merecido descanso en el refugio, donde un buen café de pota
        nos espera, tomaremos nota del que quizá sea el más recóndito paraje de todo el
        Parque Natural de Redes, aunque esté aquí mismo, a cuatro pasos. Quien siguiendo
        el rastro de los madreñeros se descuelgue y descienda al profundo cañón que
        horada el río, recibirá recompensa al contemplar un rincón extraordinario: Les Olles
        del Retoyu, gema recóndita de Redes, donde un tajo cortado por la misma espada
        de los dioses acerca los pendientes escarpes calizos que encajonan su curso en
        apenas un metro, como si quisieran abrazarse en virginales ollas, piscinas naturales
        que los naturales y expertos pescadores salvaban cortando árboles y entallándolos
        a modo de escaleras (arrudos); metros arriba, en el fondo de la escarpadísima ladera
        que  atraviesa  el  camino,  otra  fantástica  visión  de  cascadas  y pozas  escondidas
        complementa esta velada geografía. Su significado es explícito: atolladero, escollo,
        dificultad, un toyu junto al río, de ahí Re-toyu.

        Si observamos a vista de pájaro este atormentado  paisaje  que semeja  mogotes
        envueltos en la fronda del Picu Castiellu y los riachuelos que le cincelan conformando
        un caótico desorden, podemos entender el precioso nombre, hoy en desuso, que
        daban los antiguos al lugar: la Meceúra de los Ríos o Les Mestes, que viene de
        mezclar, pues allí se juntan las aguas que principiarán el Monasterio, que, a decir
        verdad, no nace oficialmente en Valdebezón sino en este recóndito paraje que
        nombramos, donde al arroyo de su nombre confluyen las escasas aguas que bajan
        por Rodrigo y Pandu Quemau a la derecha; y por su izquierda, primero la riega La
        Bescosa, a la que sigue el más caudal arroyo del Borbogues, que desciende del
        Acebal y Merecueria, con el prístino sobrante de La Xara, al que se unen los hilos
        que bajando de La Carbaza, Fonte Orada y La Canalina se deslizan por la riega La
        Campiza hacia La Roza, para acabar desaguando encadenadas las aguas de ambas
        cuencas en el Valdebezón, que pasa así, engrosando su caudal desde Les Mestes,
        en la raíz misma del Crestón, a ser nombrado Monasterio, el río de los olvidados
        monjes del Medievo, aunque para nosotros ya lleve tal nombre desde la fuente La
        Corcoxa, que filtra los humedales de Les Llagunielles en las alturas y se sume para
        aparecer en la cueva de Valdebezón y bajar por un valle de ensueño hasta entregar
        sus limpias aguas al Nalón.

        Un espectáculo imborrable, de musgos que abrazan el hayedo creando  un
        escenario fantasmagórico, como un cuento enmarañado de xanas encantadas entre
        el borbotear del Borbogues y la viesca, Bescosa. Y allí, escondida y olvidada, la
        consumida braña de Cuafó, al abrigo del frío, de menos nieves, con su cueva del oso

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