Page 24 - Braña
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un absoluto compendio de reglas caídas en desuso, entre ellas el nombramiento de
un “vigariu” o vicario, persona encargada anualmente de velar por el acotamiento.
Entendiendo conculcadas las disposiciones de 1793 con tal cerramiento, los
afectados de Sotu y Belerda acudieron al consistorio en demanda de justicia pues
se sentían privados del derecho a pastar la toñada y aprovechar otras magras
utilidades, como los felechos para el estru, “después de levantar sus dueños la
yerba seca”. La corporación elevó la instancia al Gobernador mas éstos acabaron
optando por la fuerza y el 30 de agosto de 1864 irrumpieron con sus rebaños en
las caserías de Busmorín -el busto moro, braña profunda y sombría del territorio-
iniciándose gran quimera en la parroquia y un nuevo proceso ante la justicia. Aún
tardarían en calmarse las desavenencias, por fortuna hoy cicatrizadas: discordias
similares acontecieron respecto al Cotu Anciu, aunque, en este caso, llegaron casi a
nuestros días.
EN LA MÁGICA UMBRÍA DEL HAYEDO
Beberemos un trago en las frescas aguas del Andorviu, nos despediremos de
la morada soñada del busgosu, y el reino del Abeyar irá dando entrada a otros
esquilmos campesinos: la madera, la caza, las “bragnas ad pascendum” que en
lejanísima fecha entregó el rey Fernando II a la abadía de Eslonza, siendo señor
de estas tierras casinas Didacus Fernándiz, de quien nadie se acuerda. Al amparo
del fayéu la umbría se demora en rincones de infinita hermosura cuando el otoño
incendia la espesura. Y en poco más de cuatro kilómetros, un hervidero de minúsculas
mariposas azules nos dará la bienvenida a la espaciosa campera de los urogallos.
El recorrido nos lleva a El Canalón -última casería del cotu- por donde corren libres
las aguas de un reguero que en las crecidas nos regala una pequeña cascada o
tabayón, como se nombra en la lengua vernácula; después, la vallina El Traveseu,
un severo repecho y La Grandiella (1160 m.), que pobló en su día Jaime Lozano
con corripiu y cabaña. En su tesu los horizontes que enmarcan el frondoso valle
del Monasterio y las moles del Cantu´l Osu y la Peña´l Vientu, se agrandan de
repente ante la cumbre del Cascayón en lontananza, otro coloso del concejo casín,
que acuna en su regazo la laguna de Ubales, “supremo vaso de la montaña casina
guardado como un tesoro entre sus más recónditos pliegues, y que es grande, claro,
limpio y puro y bello como una fe”, en palabras de Lueje.
Después de pasar una cantera de valiosa caliza roja con la que se construyeron
los muros la pista y aportó material para las reformadas cabañas que nos
encontraremos arriba, y una grijera utilizada en el acondicionamiento de su base,
la ruta se complica al llegar al punto más embarazoso del trayecto (si la falta de
vértigo nos permite obviar lo que vendrá): el Argayu´l Llobu. Un inclinado herbazal
que baja abruptamente centenares de metros desde los altos roquedos en que
reina el rebeco, en la base del Cantu´l Osu, a las profundidades del Monasterio;
el Huertu la Guadaña y encima de él La Plana -por cuyo Collaín podemos devolar
hacia Enterregueros-, ribazo de blancos gamoniellos cuyas jugosas yerbas segaban
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