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Viaje al paraíso: Brañagallones






        Los practicantes de esta primaria apicultura primitiva que damos en llamar heroica,
        provistos de cuantos artilugios les fueran necesarios, recorrían largas distancias para
        escolmenar, recolectar la miel y la cera de los enjambres, en árboles o en grietas de
        difícil acceso rastreando la pista de las abejas que posaban a beber en los arroyos,
        muchas veces en competencia con los plantígrados. La propia toponimia nos deja
        el recuerdo en sitios como la estrecha Canga de les Abeyes, en la Xerra Forcada
        a la otra banda del río, por la que los de Belerda se descolgaban con cuerdas en
        septiembre para recoger la miel de una inmensa colmena, o la de Robleu, pasando
        Los Armaos, en mala infiesta donde bajaban los de Miza, arteru cazaor, Teófilo, ...
        Recolección que se hacía siempre en septiembre, para que el enxambre volviese
        a reunirse en primavera; así se relacionaban con la Naturaleza aquellos paisanos
        que jamás escucharon las palabras ecologismo, sostenibilidad, contaminación,
        biodiversidad ni tantas otras gaitas necesarias del tiempo que nos toca vivir.

        Volvemos a la vereda para contemplar en su elegante perspectiva la espectacular
        formación rocosa del Cantu l´Osu; aprovechemos la estampa de esta emblemática
        montaña que irá luciéndose a lo largo del camino, porque en Brañagallones apenas
        podremos observar la prolongación en Les Príes y la cima nos resultará una simple
        crestería sin pretensiones, aunque su conquista, a través de la pindia majada de
        Raneu, nos compense con el maravilloso panorama que se abre al coronarla, con
        Cerreu a sus pies como un poblado de primitivos astures en lucha contra Roma,
        la antigua Taranna renacida de fuegos y avenidas, y un sinfín de montañas, con el
        macizo occidental de los Picos de Europa y en lontananza la montaña perfecta:
        el Espigüete, altivo en Tierras de la Reina. La Peña´l Vientu, majestuosa montaña
        que preside toda la cuenca del Monasterio, se hará omnipresente en buena parte
        del trayecto. Renunciamos a citar la altitud de las cumbres, tal parece que nuestras
        montañas se van haciendo viejas y menguando, la precisión de los altímetros nos
        derrumba aquellas redondas cifras que no se discutían (Cantu l´Osu, 1800 m., La
        Peña´l Vientu, 2000 m.).


        LAS VALLINAS DEL COTU ABEYAR
        Estamos en el reino de las abejas y no podía faltar un abejar de mil flores abiertas a
        la perezosa primavera de estas latitudes: el Cotu Abeyar. Vamos adentrándonos en
        un escenario humanizado que gana terreno al bosque, pequeñas caserías en torno a
        los 1100 m. de altitud, breves praderías ubicadas en vallinas que se suceden una tras
        otra, delimitadas por escarpes rocosos que buscan el río Monasterio en las honduras
        regalándonos, en ocasiones, pequeños llanos. Vallina, vallín, vallinón, según sea su
        amplitud, terrenos acanalados con riegas que bajan en pendiente desde su cúspide
        al río. Iremos relacionando estos puntos que atravesaremos, desde Los Carquesales
        hasta la fresca fuente del Andorviu.

        Agradecemos el breve respiro de La Peruyera, donde se ubica un paso canadiense,
        punto en el que los antiguos, previsores, hacían parada para colocar la galga o
        freno a los carros cargados de yerba de manera que el brusco descenso desde Los
        Carquesales se hiciera sin sobresaltos y continúa el camino hacia El Reigau, refugio

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