Page 22 - Braña
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del naturalista Díaz-Formentí, gran divulgador de nuestro hábitat; El Foceyu, zona
        en que la portellera abría o cerraba el cotu, y en una curva aparece la pendiente
        barga La Secada, penúltima dureza del camino; más adelante el terreno se ensancha
        en La Cardosa, de la que parte a izquierda el camino que nos llevaría a caserías y
        herbazales en lomas más altas por La Arrobellada, Collau Monte, El Forcu, el collaín
        de Buxón -que evoca el apellido Bojón, común en el Bezanes de siglos pasados-, y
        La Brañueta, desde donde por marcada senda, nos acabaría dejando en Les Collaes,
        para desviarnos a la increíble braña de Cerreu. Sigue El Fondil, abajo, con su fuente
        y el que fuera en su día prau del güé, que acogía al toro de la Sociedad, fundada
        por los vaqueros de Bezanes para la genitura de sus reses; desciende después la
        suave barga El Vallinón y llega a Biaíz, la llanaína de Manuel Lozano, tantas veces
        fotografiada con la taladrera en el portal, que le dicen  mayada, quién sabe si
        porque aquella pradería lo fuera en tiempos remotos, y también manantial, pues
        es sinónimo de abundantes aguas, como viene a señalar el origen de su nombre.
        Y antes de dar la vuelta al peñón de la Xerrapa, cuando ya el bosque de hayas y
        abedules nos fascina y advierte que estamos a mitad del recorrido, en un tesu de
        vistas increíbles, daremos un salto imaginario al otro lado del valle vislumbrando
        Xabugu, y queremos adivinar, también, el sendero al Collau la Vara, con ruinas de
        antigua cabaña en la que amayadaba y hacía madreñas aquel paisanín de Belerda,
        Constante el de Laudina; y la Cueva Hedrada, guarida donde antaño enarciaba el
        oso de Santa Lucía a Reyes, refugio de los maquis y de los madreñeros y en la
        que se vio obligado a guarecerse por las nieves el tal Constante durante todo un
        invierno con sus ovejas. Abajo en mala senda sobre el río, el quebrado terreno de
        Los Armaos (con embarazosos pasos que bajan al valle del Brañosu y Valdellera,
        y un robleu que llega al río, que cruzaban a Busmorín, atravesando maderos en su
        cauce), para acabar -si seguimos el curso del sendero- llegando a Cuafó, majada
        donde pastaban los ganados de Belerda.

        Se serena el espíritu al alcanzar las caserías y caño importante del Andorviu/
        Andorbiu (1107 m. que baja las buenas aguas de Enterregueros junto al prau de
        La Trapiella. Dicen que un andurbial es terreno malo y escabroso, como Biaíz sería
        sinónimo de abundantes aguas, aunque barruntamos que, en este caso concreto,
        se trata de un andurrial, un rincón retirado, solitario edén. Sin duda nuestro amigo
        Julio Coya planta su cabaña en el suelo más favorable de tal andurrial, que arrulla
        el agua  clara y serena  de la fuente  a la sombra de robusta faya, mil espejos  de
        luces y sonidos que podría animarnos a subir por empinada senda a la majada de
        Enterregueros y a Les Collaes.


        ACOTAMIENTOS Y ROMPIMIENTOS
        Todo este mundo así descrito es el Cotu Abeyar, fincas surgidas del  enantu, la
        deforestación del monte utilizada desde el Medievo hasta el mismo siglo XX, parcelas
        conquistadas a la espesura forestal por los moradores, en vallinas imposibles, algunas
        con prados tan cuestos en los que pareciera considerable hazaña que pudieran
        mantenerse en pie aquellos esforzados paisanos que no posponían su siega un solo
        año. Brañas equinocciales en las que no era necesaria la pernocta por la relativa

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