Page 17 - Braña
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Viaje al paraíso: Brañagallones
seña de identidad de los casinos. Y es una aldea con chigres y eso, por estas
latitudes, es trascendental, significa que todavía es un lugar en el que no se apagó
la última linterna de la convivencia. Y “La Bolera” de Mari Carmen no es un chigre
cualquiera, es punto de reunión, tertulia de paisanos y animada terraza de cuantos
montañeros pasan por el seductor caserío; en la vieja escuela, otro negocio que ha
reabierto sus puertas complementa y da pujanza a la vida del pueblo. Donde tantos
bares y comercios se recuerdan con añoranza, puede considerarse una fortuna la
permanencia de estos dos establecimientos.
En Bezanes, con buen aparcamiento, se encuentra el campamento base; por
sus estrechas callejuelas, mientras se deja notar el arte cuidadoso de Roberto
-caballeroso pintorón de paleolíticas siluetas- iniciamos el viaje al paraíso. La pista
forestal (ruta PR-AS-66) que nos llevará al prodigioso escenario de La Vega, arranca
desde la casa de Nazario Coya e irá ganando altura vertiginosamente, un bosque
de castaños con algunas caserías diseminadas nos va a dejar en poco más de dos
kilómetros en nuestro primer descanso. Iremos contemplando la panorámica que se
va abriendo de repente, con la línea de cumbres emergiendo, los compactos tejados
rojizos de la aldea, les medies cuadrielles -tanta historia solidaria en sus parcelas-, y
La Foz al fondo, como una joya engarzada entre verdes y el tajo que la nombra. La
pista, que asciende sinuosa desde las revueltas de La Teyera y El Pandu, con el atayu
de la Anguilaona tupido ya por la maleza, pasa la fuente Xuan la Llera, de bebezón
en picu, para que pudiesen abrevar dos parejas con sus carros, e irá ganando cota,
haciendo sudar al caminante; se encarama por la vieja Revueltona les Cuestes o La
Muda (que viene de mudar, como muda su camisa la culiebra, pues aquí se rectificó
en su tiempo la línea del camino) y antes de enfilar la barga Les Arrielles, por el que
parte a su izquierda la antigua calzada que llevaba a destino (el camín vieyu), un
mundo de pintorescas caserías (La Llosa, La Trapa, Les Arrielles, ...), tejados que son
postales a la vera del camino, y otra fuente: La Llosa o Yosa, que lleva al agua a los
Oteros, hoy devorada por el matorral.
Prosigue la empinada cuesta, que aquí decimos barga, por el Vallín de Les Fontiques;
unos pasos y alcanzaremos el mirador que nos regalará nuestro primer contacto
con el río Monasterio y deja abajo, a su falda, la pista que los ingenieros intentaron
conectar con la explotación minera de Pedrosín, que en cierta época benefició el
azogue, tan codiciado ya en la prehistoria, el cinabrio, mercurio; y la senda que
lleva a las canales de su nombre, que comprimen el río en difíciles pasos que sólo
los expertos pescadores transitaban, sabedores de que sus aguas eran refugio de
la trucha nativa, iridiscente manjar vestido en oro y plata, nacida esquiva entre las
recónditas pozas y estrechísimas foces de su cauce, dominios del célebre Constante,
Paulino el de La Foz, Salustio Andrés, Carlos Valdés y tantos otros que abastecieron
las mesas de los poderosos. Y al otro lado del valle, el monte de faya Los Negreos,
erróneamente denominado Los Negros en el Catálogo de Montes de Utilidad
Pública, con el camino a Les Campes por Llende la Gobia (Llendelabobia, escribían
los antiguos) que desviándose baja a Llucencies para ascender después a la vistosa
casería de La Trapa y continuar por senda a la majada de Xabugu. Y la cuadrada
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