Page 359 - San martín del Rey Aurelio
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mánticos y apasionados como ninguno, si a Tito le gustaba una, a Ga-
bino le gustaba su amiga y viceversa, todo fuera por no romper lazos.
Las primeras citas de quinceañeros para quedar el domingo en el baile, al
principio en el Entrego, en la Pista Linares o en el ya mencionado Madison,
luego en Blimea, en la Terraza, que era el sitio de moda en toda la cuenca.
Y al salir, mejor cruzar el parque para volver a Sotrondio y hacer una
parada en algún rincón oscuro para robar unos besos furtivos, y si
llovía, a aquel edificio abandonado al lado del campo de fútbol. Tan-
tas veces tapiaba el Ayuntamiento las entradas, tantas veces apa-
recía un nuevo boquete para facilitar la entrada. Con el tiempo se
convertiría en un albergue juvenil.
Las vacaciones navideñas eran siempre un esperado paréntesis en el
curso. Cenas y comidas familiares hacían que el día de Reyes llegase vo-
lando. Aunque ya se hubiese roto la ilusión infantil, no por ello eran me-
nos deseados los regalos con que padres, tíos y abuelos les agasajaban.
Sin embargo, ninguno de los dos amigos tiene recuerdo alguno de
los Carnavales, quizá alguna vez alguno se puso una boina y una
chaqueta de Mahón, pero no parece que las celebraciones fuesen
muy populares en aquella época.
Las Semanas Santas, que aburrimiento, ni cines ni bailes, a una espicha
en Casa Conchita en San Martín, un poco más abajo del cementerio, unos
culinos de sidra y unos huevos cocidos o unos pinchos de bacalao rebo-
zado (que era vigilia) y el mundo era de ellos y se lo ponían por montera.
Detrás llegaba el fin de curso, y las notas, casi siempre buenas, Tito
era mejor estudiante, Gabino era sobresaliente en Matemáticas y
Educación Física, el resto raspadillo.
Y las vacaciones de verano, que largas parecían al principio y que cor-
tas al final, primero las fiestas de Sotrondio. Tenían un auténtico chollo
con los coches de choque, que era la atracción mas demandada entre
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