Page 358 - San martín del Rey Aurelio
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Y algunas vacaciones en Valencia de Don Juan, donde iban los mine-
ros “a secar”, aquello era una auténtica colonia asturiana. Con Selmi,
el tío más joven de Gabino, pues solo tres años les separaban, que
era mas bien el hermano mayor de los dos. Profesor y músico por
afición, además de miembro del Coro, los “protege” hasta en la foto.
Pero se van desgranado los años, y ya están fluyendo las mil y una
historias del Instituto, ya casi dos hombrecitos. El INEM Virgen de Co-
vadonga estaba en El Entrego, hay que ver cómo iba el villa de guajes
hasta arriba, peleas por subir los primeros, tanto a la ida como a la vuel-
ta. Y como olvidar a aquel cobrador tan simpático, que iba cantando
todas las paradas: “¿Alguien a Tetuán?, nadie a Tetuán, todos a Melilla”.
Hay que reconocer que El Entrego tenía grandes cosas. Un parque
similar a Central Park de Nueva York, eso es lo que dice Chus Pedro,
otro gran personaje que, afortunadamente aún está ahí y cantando
de maravilla, el Madison, música y zona oscura, y el bar de al lado
del instituto donde inventaron el bocadillo de banderillas, uno de los
manjares más excepcionales jamás probados por el ser humano. Y
como no, la panadería de La Palma, que sabiamente dirigió Aquilino,
el abuelo de Tito. Y como ya posteriormente se fue viendo, lo que
iba a terminar con la incultura, que no fue otra cosa que las comu-
nicaciones, representadas en este caso por los autobuses de Villa,
rojos, con chófer y cobrador que nos unieron a todos y a todas.
Dicen que uno es de donde se hace el bachiller, y como no había en
Sotrondio, ese bachiller fue en El Entrego. Los abuelos de Tito vivían
enfrente del instituto, por lo que, desde los once años en su caso, se
iba a las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde al mencionado
instituto. Eso hizo que buena parte de sus conocidos, que no ami-
gos según él, estén en El Entrego. Imborrable etapa para cualquier
persona. Tocó en el primer y segundo año ver a las niñas, durante el
recreo, al otro lado de la valla, lo que hizo que la curiosidad aumen-
tara de forma exponencial hasta que abrieron la misma. Luego fue
mixto y eso mejoró el ambiente de las clases.
Lo mejor del Insti era el recreo, allí empezaban a surgir los primeros
amores, fugaces como las estrellas que llevan ese nombre, pero ro-
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