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bía capturado el mismo en las montañas del entorno.
En noticia de 1928 nos dice que llevaba 38 años pasando los invier-
nos en Cuba y los veranos en Asturias y que últimamente ya estaba
establecido permanentemente en Barcelona donde tenía propie-
dades importantes; allí casó a su hija Lucila con un joven ingeniero
de la Marina Mercante, de aristocrática familia toledana, según las
notas de sociedad de 1930. Pero viajaba a Cuba y Nueva York en los
inviernos, donde tenía intereses y propiedades; y raro era el verano
que no visitaba su amada Tarna junto con su esposa, su anciana
suegra malagueña y sus cinco hijas; posteriormente ante la inesta-
bilidad política en Cataluña trasladó su residencia a Madrid; su hijo
varón José Pedro quedó trabajando en los negocios de Cuba.
En una vida que pudiera parecernos envidiable también ocurren
hechos desgraciados. El 16 de marzo de 1931, viajando con su socio
maderero Gancedo Toca y llegando al lugar de Playa Bellamar (Ma-
tanzas), una de las ruedas del coche patinó a causa de la lluvia, yén-
dose el vehículo contra un poste y quedando gravemente lesionado
nuestro biografiado; el pobre “chauffeur” que lo conducía se suicidó
al día siguiente.
El otro hecho infausto, que nos recuerda a lo ocurrido con Gaspar de
las Traviesas, fue el pavoroso incendio que en 1935 asoló la ribera del
Macaguanigua, en Baracoa. Allí fueron pasto de las llamas todos los
negocios de “La Comercial” ubicados en la calle 1o de Abril: almace-
nes de depósitos de mercancías, almacenes de recibo de guineos,
almacenes de ferretería, la ferretería “Número 1”, la peletería y las
propias oficinas del Banco. El enorme poder económico de los Si-
món en esa época, con negocios tan diversificados y centralizados
ya en la capital cubana y en España, superó pronto las pérdidas de
la tragedia.
Falleció en su casa de Velázquez 51 en Madrid, pocos meses antes
de estallar la Guerra Civil, a los 68 años.
José Simón Corral
Nos hemos extendido en relatar la vida de José Simón González sin
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