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que democratizó y mejoró tantísimo los pueblos. Tampoco la más
cercana a nuestras ciudades que disminuyó drásticamente la po-
blación del concejo; tal vez ahora estemos muy levemente invirtien-
do la historia, aunque queda un largo camino, pleno de incertidum-
bres, por recorrer.
Nuestro agradecimiento a Nacho Lago, descendiente también de
aquellos que cruzaron las procelosas aguas del Atlántico y cono-
cieron el mar de las Antillas, por su inestimable ayuda en la fijación
de datos.
El poema que Alfonso Camín ofrenda a Baltasar Isoba, otro de los
grandes de nuestra emigración (México), describe, como nadie po-
dría hacerlo, la añoranza del casín por los paisajes de la patria leja-
na:
Si queréis ver a Baltasar Isoba
Feliz, dadle la fuente y el castaño,
La bruma, la montaña y el rebaño,
El mastín y el pastor tras de la loba.
Dadle el salmón que en el Nalón desova,
el hórreo azul con el maíz del año,
el jabalí, el rebeco, el oso huraño
y el robledal en donde el mirlo trova.
El camino de ayer, que le recuerde
Sus años de rapaz, el valle verde
Y en el fondo del valle algún molino.
El perro que en la noche le acompaña
y, en medio de la noche y del camino
un ¡ixuxú! Que se oiga en la montaña.
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