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lema comercial era: “Busque su gallo en casín”, por el emblema
        de la marca (un gallo). Se estableció posteriormente el almacén en
        Calzada del Monte,466 de La Habana. En 1968, en la época de Cas-
        tro todavía tenemos constancia de la existencia de la Unidad H-1
        llamada “Tabacos Casín”.



        El casino y los años felices


        En 1920 don Saturno construye lo que se llamó “Casino – Sindicato de
        Víveres”, edificio desaparecido en 1937 y reconstruido en 1940 como
        vivienda y tienda de ultramarinos, verdadera maravilla del comer-
        cio rural, que todavía regentan los descendientes de José González
        Martínez, otro casín que se labró el porvenir en Cuba. Recoge este
        comercio el testigo del antiguo “sindicato de víveres”, que en suma
        venía a equivaler a un pequeño economato con precios populares.
        Presidieron el Casino su promotor Saturnino, Albino Álvarez Sevillano,
        Luis García Quintana y Patricio Mariano Vega Pérez.


        El Casino, funcionaba como dependencia de la Sociedad Casina de
        la Habana. En sus salones se reunían los notables del concejo, los
        americanos y las “fuerzas vivas” (autoridades del Somatén, muníci-
        pes, el juez, médico y farmacéutico, comerciantes), a jugar a las car-
        tas, fumar buenos habanos, conversar, tramar conspiraciones, ... la
        típica actividad de un casino local. También se celebraban grandes
        bailes, obras de teatro con entusiastas elencos nativos, recepciones
        y agasajos, y un sinfín de actividades que mitigaban el tedio estival
        de los ociosos, los que no necesitaban desarrollar las duras tareas
        del campesino. Era el centro de la vida social.

        Desde la inauguración del ayuntamiento en 1896 que antes narra-
        mos hasta la muerte de don Saturno en 1933, podemos fijar un es-
        pacio temporal en el que desarrolla la época gloriosa de la capital
        del concejo. Y en ello tienen que ver la multitud de americanos que
        iban y volvían, en una ruta que, podríamos afirmar, era un puente
        marítimo entre Cuba y Caso, facilitado por la navegación a vapor
        que redujo considerablemente los trayectos entre ambos mundos.
        Las notas de sociedad en la prensa regional de la época se hacen
        eco de ese trasiego pregonando la llegada o partida de los ame-
        ricanos; llegan en los primeros vehículos, como los Kissel y Fiat de


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