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no alcanzaron el sueño americano y se quedaron pobres en la Isla
para siempre o regresaron de nuevo a sus estrecheces y miserias,
recibiendo la injusta burla de sus vecinos, envidiosos de la refulgen-
te plata de quienes prosperaron.
“Santiago Coya, gran marino, cambió las orejas por el rabo por vol-
ver ser campesino”. Como Santiago Coya, de Orle, cansado de na-
vegar por todos los mares de la Tierra, muchos regresaron y volvie-
ron al zurrón y la vida de siempre. Algunos, como su vecino Ángel
Coya (Angelín el gaiteru) trajeron prendida su afición a la música en
su violín. Otros tuvieron que empeñar los propios relojes y joyas que
tenían para pagar la usura de los prestamistas; algunos deambula-
ron por los caminos sin más oficio que esperar el descanso final, o
recordaban los mágicos atardeceres del Caribe y sus mulatas bai-
lando la rumba de sus años mozos por los bares, como el recordado
Cesarón “Sesita”.
En el Archivo de Indianos (Colombres) encontramos en los Expe-
dientes de Socorro de la Sociedad Asturiana de Beneficencia, fichas
en las que aparecen casinos necesitados de ayuda, generalmente
para atención médica, para su internamiento en el asilo asturiano e
incluso para retornar a España, siempre con el dictamen favorable
de la Sociedad Casina. Quisiera personificar este pequeño apartado
en la persona de mi tía abuela Manuela Moritán Coya, seguidora de
la doctrina espiritista y persona de una vida novelable, cuyos ex-
pedientes de socorro son continuados por su débil salud, fruto de
muchos años en un clima insalubre. A su vuelta, alcanzó su descan-
so en uno de los lugares más hermosos: el privilegiado enclave del
cementerio de Luarca.
Epílogo
Modestamente hemos pretendido acercar la apasionante historia
de la emigración casina circunscribiéndonos a la Isla de Cuba. El
dilema “zurrón o maleta” se inclinó hacia esta última durante más
de ciento cincuenta años. Sería muy interesante continuar glosan-
do la historia de la emigración a la Argentina, México y tantos países
allende los mares, hasta las lejanas tierras de Australia y Filipinas. Y
no olvidar la emigración desde principios de los sesenta a Europa,
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