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en la lujosa avenida Broadway; socio capitalista en “Gancedo, Toca
        y Cía.”, gran empresa maderera y de abonos en Calzada de Con-
        cha (Habana); igualmente socio capitalista en la maderera “Lastra,
        Maza y Cía. S. en C.”, de Sagua la Grande; representaciones diversas
        en el naciente mundo de los electrodomésticos; socio de la fábri-
        ca de aceite de coco llamada “ La Fundadora”; de una fábrica de
        fósforos fundada por Saturnino Miguel quien en 1914 la vendió a la
        sociedad “Acebo y Cía.”, pasando posteriormente a “Acebo, Simón
        y Cía.” hasta la compra total de sus acciones por Simón; y del en-
        tramado “La Comercial” que englobaba sus diversos comercios en
        Baracoa y La Habana. Fuerte accionista de la “United Fruit”, miembro
        de la Banca Tusquets de Barcelona y dueño de su propio banco: el
        Banco Simón. En Baracoa llegaron los Simón a construir un muelle
        de carga para el comercio marítimo que todavía conserva hoy el
        nombre de “Muelle Simón”.

        Con motivo de su entrada en el Consejo Directivo del Banco Comer-
        cial de Cuba, la nota de prensa le define como “relevante personali-
        dad en la esfera de los negocios en Cuba, gerente de la importante
        firma J. Simón y Cía., antiguos almacenistas, exportadores e impor-
        tadores y cosecheros de numerosos productos, con sucursales y
        agencias en las principales ciudades del mundo, extensas relacio-
        nes sociales y mercantiles en Cuba y el extranjero, y extraordinaria
        solvencia moral”. (1926)




        Un palacio junto al cielo


        Así denomina Monchu Calvo a la mansión que Simón construyó en
        1916 en su tierra natal, a la que en honor de su esposa llamó “Vi-
        lla Lucila”, aunque para los lugareños siempre fuese “la casona”, por
        otra de recuerdo anterior. El gran edificio de tres plantas principales
        con sótano y bajocubierta, que contrastaba con las pobres vivien-
        das del pueblo, evidenciaba el poderío de esta estirpe familiar, que
        en los veranos llenaba de vida sus amplias galerías, mientras los
        vecinos contemplaban atónitos los lujos y el derroche de fiestas y
        recepciones que allí se celebraban, aunque la magnanimidad y el
        empleo, que aquellos veranos facilitaban a los vecinos, se recuer-
        da con gratitud. Recogemos la peculiar noticia de 1916 en la cuenta
        cómo Simón regaló un corzo al parque zoológico de Oviedo que ha-


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