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en la carretera junto al Puente Colorau y a la noche baile en el Ca-
        sino.


        No nos resistimos a transcribir el encantador artículo de la “Revis-
        ta Asturias” en 1916 sobre un “festival de mantones de Manila” para
        amenizar el verano de los veraneantes de aquellos tiempos: “En un
        campo hermoso, donde los árboles se entremezclaban pintoresca-
        mente en los emparrados y los cenadores, y cuyas plantas varias
        derramaban delicioso aroma, celebrose la fiesta. Los clásicos faro-
        lillos venecianos y las bombillas de colores, ocultas entre el follaje,
        iluminaban la plazoleta donde se situó afinada orquesta y un po-
        pular organillo, para ofrendar a Terpsícore. Empezó la verbena -que
        fue amenizada por las alegres jóvenes de la colonia- a las nueve de
        la noche y no terminó hasta las primeras horas de la madrugada. El
        mujerío ataviado con los típicos mantones de Manila. Destacába-
        nse por sus soberbias “toaletas”, Conchita Caso de los Cobos, Va-
        lentina Pascual, Maruja García, Ángeles y Gloria Traviesas, Encar-
        nación Sayo, Carmen Vega, María Sordo, Elena Fernández, Anita de
        Lerma y otras bellas forasteras”.


        Mientras la colonia americana se pasaba la vida en fiestas, aquellos
        mismos días el pajar de Isidro Capellín en Temoñín, era destruido
        por un incendio. Estaban lejanos los desgraciados ecos de la guerra.
        Después de esta pincelada al divertimento indiano de la época, va-
        yamos a Tarna.




        Baracoa, perla tarnina en el mar de las Antillas


        De las montañas de Tarna salió también una saga de grandes in-
        dianos, la de los Simón: José Simón González y su primo carnal José
        Simón Corral, al que cariñosamente se le llamó “Corralín” para dife-
        renciarles; amén de otros del mismo apellido, todos parientes. Se es-
        tablecieron en Baracoa, provincia de Guantánamo, la primera ciu-
        dad fundada por los españoles en Cuba (1511), en torno a una bahía
        de extraordinaria belleza. Allí nacieron los legendarios negocios de
        los Simón.

        Precisaríamos de mucho espacio en nuestro modesto estudio para
        glosar la historia de esta familia en Cuba. Debemos partir del esta-


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