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genio azucarero Central Fajardo en San Antonio de los Baños en los
        años veinte. Hombre culto que derrochaba simpatía, fue una perso-
        na muy implicada en el Centro Asturiano de La Habana del que llegó
        a ser vicepresidente, y también de la Sociedad Casina. Igualmente
        presidió el consejo de administración del Banco Asturiano de Aho-
        rros (1936-38). Se arruinó en la quiebra bancaria de 1929 y nunca lle-
        gó a recuperarse a niveles anteriores. Celestino Álvarez le describe
        como “un mariscal casín” en un precioso artículo en que relata la
        escasa concurrencia que asistió a su entierro en 1946: “Era millona-
        rio en la bondad, y en buenas obras, si lo fuera también en dinero se
        interrumpiría el tránsito por la concurrencia”.


        Don Saturno es el americano arquetipo, por su opulencia, su traje
        y su inseparable sombrero, fumador de los puros propios de su in-
        dustria, paseando por el concejo en su impresionante Kissel O-2357,
        automóvil que representaba el lujo y glamur en la América de la
        época, gran amigo de los Simón y de su yerno David Martínez, de la
        razón “Martínez y Cía.”, indiano de Tanes, casado con su hija Isabel.
        A caballo entre La Habana y su mansión comprada a los herederos
        de Arroyo en 1916 por 3.500 pesetas y promotor del famoso “Casino
        -Sindicato de Víveres” donde se reunían las fuerzas vivas de aquellos
        “felices veinte”. Con aspiraciones políticas fue concejal entre 1921-24
        y en 1930 accedió a la alcaldía siendo reelegido en 1931 por el parti-
        do republicano radical-socialista, cargo que ocupó hasta su muerte
        (17.08.1933).




        Puros habanos casinos


        “Con el rabillo del ojo miró el tabaco cubano que le ofrecía Wi-
        lliams. Era un “Flor de Lobeto”, perfumado y magnífico. Hacía me-
        ses que no veía uno. Hubiera dado un dedo meñique a cambio de
        ese habano”. Así escribe la colombiana Laura Restrepo en su novela
        “La isla de la pasión”. Eran famosos los habanos que elaboraban
        Saturnino Miguel y posteriormente su sobrino Fernando y el hijo de
        este Fernando Lobeto Álvarez, con la sociedad “Lobeto y Cía en C.”
        en Sancti Spíritus (Santa Clara). Tres fueron sus referencias: prime-
        ro fue el “Flor de Miguel”, al segundo le pusieron el rotundo nombre
        de “Casín” y al último “Flor de Lobeto”. En 1939 lanzaron la campa-
        ña “Plan Candela” para promocionar sus cigarros y picadura; otro


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