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uno comunitario fuera, nueve lavaderos públicos y quince “fonta-
        nes” (abrevaderos). Todas estas construcciones tienen su nombre
        propio y están en los recuerdos y la memoria de todos los vecinos.
        En la actualidad, hay un paseo urbano para visitarlas con el nom-
        bre de “paseo del agua”. Estarían incompletas estas líneas si no se
        mencionase que subiendo el Desfiladero de los Arrudos, en terrenos
        de Caleao, se realiza la captación de aguas de La Fontona para la
        ciudad de Gijón, con un caudal concedido de 200 l./seg. La obra se
        realizó en 1943 y aporta el 25% del consumo de agua potable de la
        ciudad más poblada del Principado, por lo que los de Caleao tene-
        mos  el convencimiento de que es el manantial más abundante de
        Asturias.


        Faltaría algo muy importante si no mencionáramos las fiestas o ce-
        lebraciones sociales. Como ya se ha mencionado anteriormente, lo
        religioso y lo profano van tan unidos en una sociedad montañosa y
        cerrada como ésta, que resulta muy difícil separarlos. Ya se ha ocu-
        pado la Antropología de estudiar las cruces en los dinteles y jam-
        bas de cuadras y casas, como símbolo protector para hablarnos de
        esta simbiosis que podría ocupar otro estudio. Lo que está claro es
        que todas las celebraciones acaban siendo un modo de cohesión
        social y pertenencia al grupo. Nos parece importante mencionarlas
        porque como la sociedad cambió tanto, están desapareciendo y
        dentro de nada ni siquiera habrá constancia de ellas.


        •  La primera sería la fiesta de san Antonio, patrón de los animales,
            el 17 de enero. Siempre se le tuvo mucha fe, de ahí las ofrendas
            para la puya: “panoyes”(mazorcas de maíz), sedas de la cola de
            las vacas para hacer sogas cuando venían los sogueros ambu-
            lantes, gallinas, huevos, quesos, chorizos, corderos, cabritos, y so-
            bre todo “llacones” (lacones.) o bien limosnas en metálico. De ahí
            el refrán conocido en toda la tierra astur:”Diecisiete de xineru, san
            Antón el llaconeru”. Hasta hace muy poco, delante de la capilla
            el día de la fiesta se colocaban dos “calastros” (cestos de mim-
            bre), uno para las limosnas del santo y otro para las de las áni-
            mas, que sufragaba misas por los difuntos de la localidad en el
            transcurso del año. Como siempre se dijo en el pueblo que “non
            hay nadie más probe que les ánimes”, tenían una cofradía con
            su nombre,  con aportaciones anuales de los cófrades, hoy ya en
            desuso. Los últimos que llevaron la “Cofradía de les Ánimes”, fue-


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