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sembraba para consumo humano, molido en los molinos de agua),
        contaba con una Virgen bellísima, encarnada en Mª Antonia Váz-
        quez Carrasco y un San José en la piel de Humberto Portugal.


        Otro hecho significativo que a la postre habría de traer un soplo de
        aire fresco y el inicio de la modernidad a Caleao y a La Felguerina,
        habría de ser la creación de sendas cooperativas, una con el nom-
        bre de Cooperativa Agrícola Caja Rural “San Antonio Abad” en Ca-
        leao y otra con el de Cooperativa Agrícola Caja Rural “Leandro Pérez
        Avello” para la de La Felguerina. Éste era el cura párroco de ambos
        núcleos rurales, impulsor de las mismas y que ya no llegó a su inau-
        guración debido a su muerte súbita unos meses antes. Este cura pá-
        rroco, natural de Cadavedo, se dice que al mandarle elegir destino
        puso el nombre de Caleao en las tres opciones y fue venerado por
        el pueblo salvo en que no quería que la gente trabajara  en domingo
        (segara y acarreara hierba).Para la inauguración, ya estaba el pá-
        rroco que le sustituyó, Bernardino Rodríguez.


        La puesta en marcha de las cooperativas tuvo lugar en agosto de
        1963, con la asistencia del Secretario Provincial de la Obra Sindical
        “Cooperación”, D. Joaquín Pría Escobedo, con los condicionamientos
        propios del régimen anterior. En la de Caleao fue jefe, (así consta es-
        crito y no “presidente” como sería lo lógico), Santos Gonzalo; secre-
        tario Juan Manuel Alonso y tesorero David González. En cuanto a la
        de La Felguerina, tuvo por jefe a Manuel Calvo; secretario Francisco
        Miguel y tesorero Ángel González Martínez. No fueron fáciles los co-
        mienzos. Se hubo de sortear una serie de denuncias por conflictos
        de intereses personales o por otros motivos más inconfesables. De
        todas formas, su creación cambió la alimentación de la zona y al
        comprar a un mayorista directamente, los precios eran más bajos.
        Se traía comida en grandes cantidades como sal y azúcar por sa-
        cos para un uso familiar, harina de la mejor calidad (se amasaba en
        todas las casas) y por fin el chocolate. Era el chocolate Mayín y Troya
        con fábrica en  Pola de Laviana que venía en aquellas cajas de ma-
        dera cuyas tabletas traían cromos que los niños coleccionábamos
        y que fue el complemento ideal para desayunos y meriendas. De
        esta manera, el modelo económico de autoconsumo llegaba a su
        fin. La mejor prueba de esto que decimos, es el comentario de San-
        tos Gonzalo, en la majada de La Robre.




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