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quier tratado de música tradicional. Es un instrumento musical de
        cuerda frotada con caja de madera y tapa de piel de cordero, que
        aquí le llaman bandurria, sin que tenga nada qué ver con ese otro
        instrumento musical. El rabel es un instrumento pastoril que por tan-
        to encuentra su asentamiento siguiendo las rutas de la trashuman-
        cia, con pequeñas diferencias de tamaño y forma. El rabel de Ca-
        leao tal vez sea lo que  nos hizo más conocidos, puesto que dio el
        salto a Buenos Aires con los emigrantes de esta tierra, que siguieron
        haciendo patria allá en torno al mismo y curando la añoranza cuan-
        do se juntaban en alguna  casa  particular para hablar y sentir los
        ecos de los montes que habían dejado atrás. Me consta que la de
        tía  Mesilda (Gumersinda Aladro) fue una de ellas, que luego supo
        continuar su hija Luisa Piñera. Las maravillosas tardes de domingo
        de las que me hablaba su nieto Julio en su última visita a Caleao en
        2019, que disfrutó con su madre y que él vivió en primera persona.
        Me contaba Arcadio Calvo  que tía Mesilda había sentado cátedra
        bailando la jota en el Centro Asturiano de Buenos Aires, haciendo
        pareja  con otro de Caleao cuyo nombre lamento no recordar.


        Del rabel de Caleao me consta que en el museo del musicólogo
        Joaquín Díaz en Valladolid, se conserva un ejemplar. Respecto a los
        luthiers, es de justicia dar algunos nombres para evitar que los coma
        la polilla del olvido: mi bisabuelo Juan Calvo, Xuan de Florán, José “El
        Cau”, Tino el de Agustín, Desiderio y el último, Agustín el de Alfonso (A.
        González), en fechas recientes. Y cómo no citar aquí a David Caba-
        llín, el intérprete que le dio difusión, que realizó las primeras graba-
        ciones y que se convirtió en maestro de otros instrumentistas que se
        acercaron al  rabel en el resurgir de la música tradicional. Las letras
        de las canciones de rabel son jocosas, sencillas, a veces un tanto
        atrevidas y pensadas en todo caso para disfrutar en grupo. Una an-
        tigua muestra  de un cantar de bandurria sería ésta:


                                  “Bien te lo dixi, bandurria
                                  Que íbamos ir a castañes
                                   Y tú me disti la disculpa
                              que  estaben fríes les mañanes.”

        Evidentemente la industria de la madera va muy ligada a la del hie-
        rro. De ahí la fama que tenían las fraguas de Caleao y sus “ferreros”.
        Supieron abastecer de carros, “llaviegos” (arados), “rastros” (gra-


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