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Del Reino de Asturias al Reino de León
“En la era año 881 (a.843), tras la muerte de Alfonso, es elegido para el Reino Ramiro, hijo del
príncipe Bermudo. Pero por aquel tiempo se encontraba ausente en la provincia de Vardulia
(la vieja Castilla) para tomar esposa. A causa de su ausencia aconteció que Nepociano, conde
de palacio, usurpó ilegítimamente el reino. Y así Ramiro, cuando supo que su primo Alfonso
había partido de este mundo y que Nepociano se había hecho con el trono, se metió en la ciu-
dad de Lugo, en Galicia, y se hizo con el ejército de toda la provincia. Más, después de breve
espacio de tiempo, hizo irrupción en Asturias. Nepociano le salió al paso junto al puente del
río Narcea (Corneliana), tras reunir una tropa de asturianos y váscones. Y abandonado sin
tardanza por los suyos, se dio a la fuga y fue apresado por dos condes –a saber, Escipión y
Senna- en el territorio de Primorias. Y así, tras recibr lo que merecía por sus obras, arrancados
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sus ojos, fue destinado a un monasterio” .
En el trasfondo de esta narración, y al margen de las valoraciones concretas del
cronista sobre la legitimidad política de los dos candidatos, el Reino de Asturias
aparece divido en dos partes bien diferenciadas: la más occidental, integrada
por gallegos y pésicos seguramente, más vinculada al centro de poder de Pravia,
fiel a la persona de Ramiro I. La otra, la centro oriental, compuesta de ástures
y váscones, más cercana al viejo núcleo de Cangues, seguidora de Nepociano
que fue el perdedor. Pero el triunfo de Ramiro I no supuso la paz definitiva y
la integración plena de todas las diferencias territoriales y locales. El texto del
Sebastián nos informa que “Ramiro se vio acosado muchas veces por guerras
civiles”, pero logrará imponer el principio de elección al reino y establecer sus
bases definitivas.
La etapa final del reinado de Alfonso III. Perspectivas sobre la his-
toria leonesa del siglo X.
Los reinados de Ordoño I (850-866), el hijo de Ramiro y el de su sucesor Alfonso
III (866-910) constituyeron un período de expansión del reino asturiano, mar-
cada, sobre todo, por las victorias contra los musulmanes y las campañas de re-
población u organización socio-política del valle del Duero, como es de sobra
conocido por la literatura cronista y la historiografía que se ha ocupado de este
medio siglo largo de la historia altomedieval del noroeste peninsular. Con todo,
esta bonanza exterior no siempre corrió pareja a la paz y el orden internos. Du-
rante el largo mandato del Rey Magno, por ejemplo, estallaron varias revueltas
de cierta relevancia en diferentes partes. Las protagonizaron nobles gallegos y
castellanos, y el soberano tuvo que enfrentarse dos veces a la rebeldía de los
váscones.
La Albeldense describe con cierto énfasis el primero de estos conflictos nobi-
55. AC, A Sebastian, pp. 143 y 217.
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