Page 117 - Valdediós
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F. Javier Fernández Conde

        Suponer que Pelayo era un jefe local de la zona, tal vez de la misma Primorias
        parece bastante lógico. De hecho, las contradicciones de las Crónicas Asturianas
        sobre su personalidad, comenzando por la propia naturaleza, han sido puestas
        de relieve muchas veces y, sobre todo, a partir de los finos análisis realizados
        por Barbero y Vigil hace años, contradicciones que, por otra parte, se hacen más
        patentes, si comparamos dichos textos cronísticos, compuestos mucho después
        y en ambientes cortesanos muy ideologizados por corrientes neogoticistas, con
        otros libres de esas influencias. No parece desacertado afirmar que Pelayo es-
        tuviera en Asturias en el momento de la invasión islámica. Desde luego, si era
        un jefe local de Primorias, su elección como jefe (princeps) en aquella asamblea
        del Auseva de fuerte sabor tribal por jefes locales, a los que podría haberse uni-
        do algún visigodo fugitivo, entra dentro de lo posible y hasta de lo razonable.
        Después del triunfo de Cuadonga, se habría reforzado su prestigio y también la
        autoridad que hasta entonces ejercía. Desde entonces, Cangues d´Onis, donde
        había existido un antiguo centro de poder, como ya se ha indicado, juntamente
        con su jefe, aumentaría su prestigio e influencia, para extender la autoridad en
        ámbitos de mucha mayores dimensiones. De hecho, las crónicas lo llaman senci-
        llamente “princeps”, no rey. En realidad, pensar en Pelayo como rey propiamente
        dicho y en Cangues como corte primera de la monarquía asturiana con el co-
        rrespondiente aparato administrativo, se nos antoja anacrónico por prematuro
        a la altura del 722. Ese acontecimiento, la cristalización y consolidación de una
        nueva monarquía, diferente de la de los godos, porque no podía haber todavía
        proyectos restauracionistas, se convertirá en un realidad más tarde, cuando los
        diferentes pueblos de raigambre antigua –váscones y cántabros, ástures, pési-
        cos y gallegos- juntamente con los poderosos señores locales, sean capaces de
        integrarse en una realidad política superior: el Asturorum Regnum, la Monarquía
        Asturiana. Pero para ello habría que superar muchas dificultades.


        El tercer soberano en el esquema monárquico al uso fue Alfonso (739-757), el
        hijo de Pedro, “cantabrorum ducis”: un jefe también de aquella región o provin-
        cia con perfiles poco claros en las Crónicas, quizás una personalidad importante
        de la aristocracia al servicio de la monarquía visigoda. Parece claro que el ma-
        trimonio de Alfonso con la hija de Pelayo, Ermesinda fue utilizado para unir dos
        centros de poder importantes, Cantabria y Primorias-Cangues d´Onís, algo muy
        común en la historia política de entonces y de muchas épocas. Llegó acompaña-
        do de sus parientes cercanos o de alguno por lo menos, como su hermano Fruela.
        Con éste, algunos no excluyen la posibilidad de que fuera corregente, emprendió
        una dura razzia de castigo contra los “sarracenos” por las tierras del Duero y del
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        alto Ebro, tomando allí “muchas ciudades.” . Y todo hace pensar que los descen-




        38. CA, pp., 132-133 y 206-209
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