Page 103 - Valdediós
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Jorge Cabal Fernández
era predicada en el románico, también a través de las imágenes que, aún hoy,
siguen hablando de la gracia, de la salvación, de la mediación de los santos, de las
virtudes, del pecado, de Cristo salvador, de la gloria que un día se nos descubrirá.
Ciertamente, el templo cristiano habla de una dimensión religiosa que abraza a
los creyentes que celebran su fe dentro de sus muros, pero, ese mismo templo,
es al mismo tiempo, una constante invitación a quienes no participan de la vida
de la Iglesia, a descubrir, la imperecedera propuesta que un templo sugiere a
todos: la humanidad entera está llamada a formar un solo pueblo. Nuestros tem-
plos son visitados por creyentes y no creyentes, y en estos últimos, se puede dar,
y de hecho se da con frecuencia, la genuina experiencia cristiana de ser acogidos
e invitados a formar parte de ese edificio de piedras vivas que es la Iglesia. Un
espacio, un lugar que nos recuerda nuestro anhelo más profundo: Dios.
El románico de Villaviciosa nació como una manifestación de fe, como una invi-
tación a vivir y celebrar la fe. Las palabras del estudioso del románico Jaime Co-
breros Aguirre nos pueden ayudar a comprender lo que hemos querido plasmar
en este breve recorrido por el que he querido llevarles:
“Las formas y figuraciones que muestra el románico ni son caprichosas ni gratuitas.... El arte
sagrado no puede permitir a sus constructores frivolidades de tipo profano ya que desvirtua-
rían totalmente aquél. Todo lo que construye o talla la civilización románica tiene una fun-
ción transcendentalizadora […]. El románico es una teología de la belleza que se ofrece a to-
dos los hombres gratuitamente desde las portadas, capiteles, canecillos, ábsides y muros. Por
ello es algo más que arte religioso, es arte sagrado que encuentra eco en la dimensión vertical
del hombre”.
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