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Unas piedras que siguen hablando
Unas piedras que siguen hablando
Jorge Cabal Fernández
Sacerdote
Profesor del Seminario Metropolitano de Oviedo
El Concejo de Villaviciosa atesora un importante conjunto de arquitectura sacra
que llama, sin duda, la atención. Templos dedicados al culto cristiano fechados
entre los siglos IX al XIII manifiestan la fecunda presencia del cristianismo en
esta generosa porción del Principado. Durante estos siglos la casi totalidad de la
arquitectura románica que ha llegado hasta nuestros días se reduce a templos
y monasterios. Espacios que nacieron no sólo como una solución constructiva
propia sino como lugares con una intencionalidad marcadamente religiosa. La
intención de este artículo es mostrar de alguna manera, cómo detrás de estas
construcciones que forman parte esencial de la vida de nuestros pueblos y villas,
existe un mensaje antiguo y siempre nuevo que ha quedado plasmado en las pie-
dras y que sigue hablando hoy a quienes las contemplamos y admiramos.
Desde el inicio de su historia, el hombre, es el único ser capaz de expresar a tra-
vés del arte sus pensamientos, deseos, anhelos y su rico universo interior. Su
capacidad de apertura hacia lo que le trasciende le ha acompañado siempre. El
hombre de la prehistoria plasmaba ya su sentir religioso a través de expresiones
rituales y pictóricas que manifiestan cómo el arte y la religión son dos realidades
del ser humano que caminan juntas.
La religión cristiana ha sido y sigue siendo una fecunda fuente de la que brota
una importante manifestación de arte en todas sus formas. En el seno de la Igle-
sia se genera arquitectura, música, literatura, iconografía… que expresan cómo
el hombre es capaz de crear realidades bellas y que contienen un mensaje que
va más allá de lo que el hombre es y desea. Los cristianos confesamos nuestra fe
en un Dios que es Padre y Creador, y el hombre participa del ser de Dios sien-
do él mismo también reflejo y continuador de la obra de su Creador. Dios crea
de la nada, por eso es creador en sentido absoluto, el hombre, sin embargo, es
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