Page 100 - Valdediós
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Unas piedras que siguen hablando

             “Podemos preguntarnos dónde residen las mutuas relaciones y puntos de contacto entre la
             Iglesia y el arte. A esta cuestión se debe responder lo siguiente:

             el tema de la Iglesia y el tema de los artistas es el hombre, la imagen del hombre, la verdad del
             hombre, el Ecce homo, al que también pertenecen su historia, su mundo y su ambiente, así
             como el contexto social, económico y político” (19 de noviembre de 1980).


        El Concilio Vaticano II en su constitución sobre la Liturgia “Sacrosanctum Con-
        cilium” enseña que “La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico”
        (N. 9). Ni el paleocristiano, ni el románico, ni el gótico, ni el barroco son el estilo
        artístico de la Iglesia, que ha sabido aprovechar estas expresiones temporales
        para anunciar su perenne mensaje en cada momento de la historia. De ahí que
        la Iglesia custodia un patrimonio que pertenece a diversas épocas y aconteci-
        mientos históricos mostrando así su capacidad de acomodarse al “carácter y a
        las condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptando las
        formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de
        ser conservado cuidadosamente” (SC n. 123).


        Por eso, la comunidad cristiana, sigue evangelizando a través de la celebración
        de su fe en templos paleocristianos, románicos, góticos, barrocos, contemporá-
        neos que en la actualidad siguen siendo espacios únicos en los que el hombre, no
        sólo puede encontrarse consigo mismo, con su propio ser y finalidad, sino tam-
        bién con Aquél que da sentido y orientación a la vida humana. Y esto, a través de
        un patrimonio que, porque está habitado por la fe, siguen siendo expresión de
        un pasado que nos siguen hablando en el presente.


        La Iglesia a través del arte que valora y custodia sigue deseando una relación de
        encuentro, de apertura, de diálogo con el hombre contemporáneo que experi-
        menta dentro de sí un anhelo de infinitud y de sentido que el arte es capaz de
        plasmar de una manera única. La obra de arte presenta un rostro nuevo de la
        realidad, siendo un instrumento privilegiado para hablar de lo Absoluto. Lo Ab-
        soluto que lo era en el siglo I, en el siglo IV, en el siglo IX, en el XIII, en el XVI y en
        el siglo XXI. Dios “no se muda” en palabras de la Santa Doctora de Ávila Teresa
        de Jesús y, el hombre, que sí cambia, encuentra en cada época de su historia la
        manera de seguir hablando de lo que Dios provoca en su interior, una llamada
        siempre nueva a salir de sí mismo y a abrirse a la Verdad, la Bondad y la Belleza.


        Los lugares que ocupamos son importantes, el espacio dónde se desarrolla
        nuestra vida no es algo ajeno a nosotros, sino que forma parte de nosotros mis-
        mos como expresión de nuestra corporeidad. El templo para un cristiano es un
        espacio que le recuerda lo que él es: el templo de Dios. Por eso San Pablo nos
        recuerda:



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