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Del Reino de Asturias al Reino de León
Las aportaciones más singulares de estos dos historiadores podrían concretarse
en los siguientes apartados: aquellos pueblos indígenas del norte y del nordeste
peninsular, al producirse la invasión islámica, estaban muy poco romanizados;
permanecían aún en el paganismo mayoritariamente; formaban una sociedad
muy fragmentada y articulada sobre centros de poder, presididos por jefes lo-
cales que habían sido capaces de oponerse ya a la integración en el estado visi-
godo, y que ahora, a la llegada de los nuevos invasores, mostrarían la misma ani-
madversión contra ellos y contra sus proyectos de incorporación en las nuevas
estructuras de dominio o, si se quiere, en el nuevo modo de producción comple-
tamente diferente al indígena; además, según los mencionados autores, aquella
amalgama de pueblos estaban separados, desde la época romana, por una espe-
cie de limes que les protegía y les diferenciaba aún más de cualquier intento de
sumisión proveniente de invasores meridionales.
La segunda obra de Barbero y Vigil sobre la formación del feudalismo fue decisi-
va, según nuestra manera de ver las cosas, para comprender mejor el mundo so-
cial visigodo y sus profundas contradicciones en el ámbito de la aristocracia, que
propiciaron irremediablemente su decadencia durante la última etapa y la ruina
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definitiva del estado con la llegada del Islam . En la segunda parte del traba-
jo, en los últimos capítulos, afrontan la problemática de la invasión musulmana,
los orígenes del reino astur y su consolidación (“La sucesión al trono en el reino
astur”), a partir de un análisis muy riguroso de la historiografía de la época de
Alfonso III, donde ponen de relieve, con mucho rigor y claridad, las profundas
diferencias aportadas por las informaciones de los textos cronísticos al respec-
to, que resultan todavía más llamativas, si se les compara con la documentación
coetánea que no depende de los ambientes cortesanos ástures, en los que se
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gestaron las principales fuentes disponibles .
Con el paso del tiempo, estas aportaciones, muy novedosas en la década de los
ochenta del siglo pasado, irían redimensionándose y corrigiéndose en parte,
como suele ocurrir casi siempre en historia y sobre todo, cuando los reajustes
vienen impuestos por investigaciones monográficas posteriores sobre aspectos
concretos. En la actualidad, todos estamos convencidos de la realidad de una
romanización mucho más profunda de los pueblos indígenas norteños y ya na-
die sostiene las tesis retardatarias referentes a cristianización de los mismos,
tal como proponían Barbero y Vigil. Así mismo, también se pone en cuestión la
teoría sobre la famosa frontera o “limes”. Pero a pesar de ello, muchos historia-
dores, y nosotros nos encontramos entre ellos, valoran muy positivamente la
nueva perspectiva de sus trabajos y la virtualidad renovadoras de los mismos
11. La formación del feudalismo en la península ibérica, Barcelona, 1978.
12. Ibíd., pp. 201 y ss. El último capítulo, el noveno concretamente, se dedica a explicar la formación del feudalismo en la región septen-
trional del la Península (pp. 354 y ss.).
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