Page 412 - San martín del Rey Aurelio
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tregarle una carta. Era de su tío Aquilino, quien le contaba en ella que
            su padre había sido fusilado.

            Perfecto, el zapateru.
            Perfecto González Fernández, el padre de Ovidio Gondi, fue todo un
            personaje, en su ámbito profesional y en el político. Como militante
            socialista desempeñó cargos de responsabilidad en diversas ocasio-
            nes, entre ellas, algunas de las de mayor compromiso. Fue concejal de
            San Martín del Rey Aurelio durante la Dictadura de Primo de Ribera y
            en la República, así diputado provincial, llegando a ser vicepresidente
            de la Diputación. Y en la Revolución de Octubre formó parte del ter-
            cer comité revolucionario asturiano, el que tuvo que declarar un alto
            el fuego que equivalía a reconocer la derrota. En la guerra civil, en la
            que combatió en el bando republicano con el grado de mayor, perma-
            neció en Asturias después de que fuera controlada por los nacionales
            y se integró en la guerrilla. Detenido tras una delación a finales de
            1941, fue encarcelado en El Coto, en Gijón. Condenado a muerte en
            un consejo de guerra sumarísimo, fue fusilado el 2 o el de febrero de
            1942 -hay dudas sobre la fecha- en el exterior del cementerio gijonés
            de Ceares. Durante la madrugada de ese día escribió a su hermano
            Aquilino una impresionante carta, que varios después incluiría Andrés
            Saborit en u libro “Asturias y sus hombres”.

            La carta comienza así: “Querido Aquilino: Al fin llegó la hora. Cuando
            esta carta llegue a tus manos mi espíritu, mi yo consciente, se habrá
            diluído en el misterio de lo desconocido y mi cuerpo habrá pasado a
            fundirse de nuevo en el horno siempre encendido de la materia. Mi
            nombre vivirá aún algún tiempo en el recuerdo de quienes me habéis
            estimado, hasta que también se haya esfumado en la sombra. Des-
            pués, nada...”


            “He hecho examen conciencia y no tengo nada de que arrepentirme”,
            dice después. “Cumplí con mi deber como mejor pude y supe y no
            llevo conmigo rencores. Voy tranquilo sobre ese particular”. Manifiesta
            su dolor por la ausencia de su esposa en ese momento y dice que para
            ella y para los suyos serán sus últimos pensamientos y manifiesta que le
            consuela la esperanza de que “pronto podréis gozar días de mayor so-
            siego, en los que podáis olvidar la pesadilla de estos años sin ventura”.








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