Page 410 - San martín del Rey Aurelio
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Al frente del periódico vuelve a encontrarse Javier Bueno, que había
estado luchando en el frente de Oviedo, donde recibió un balazo en
un pie que le dejaría una cojera permanente. Y en la Redacción se in-
tegran, además de Gondi, otros miembros del anterior “Avance” como
Ignacio Lavilla, José Manuel Vega Pico y Juan Antonio Cabezas. El
escultor y pintor Faustino Goico Aguirre se encarga de las ilustracio-
nes y de las viñetas humorísticas. Gondi ejercerá de reportero, despla-
zándose a los frentes de batalla. En 1938, ya en Barcelona, recopilará
estas crónicas para publicarlas en tres volúmenes, de los que solo
llegó a salir el primero, bajo el título “Guerra civil en Asturias. Nuestros
enemigos, entre nosotros”, de 151 páginas. El hilo conductor de estos
relatos, que, junto otros textos de escritores republicanos, rescataría
en el siglo XXI Gemma Miñá en el volumen “La voz de los náufragos”,
es la llamada “quinta columna”, o colaboradores del adversario que
operan en la retaguardia republicana. Quedaron sin publicar otras dos
recopilaciones de reportajes sobre la guerra civil en Asturias: “Así se
templó el acero” y “La miliciana heroica”.
En el barco adecuado.
Para que Ovidio Gondi pudiera participar de estos proyectos fue pre-
ciso que hubiera podido salir de Asturias al producirse el hundimiento
del frente republicano. Y eso de produjo en unas circunstancias que,
dentro de la excepcionalidad de lo que fue la evacuación de Gijón por
los mandos del bando derrotado, resultó en su caso muy peculiar.
El puerto gijonés de El Musel era un caos en la noche del 20 de octu-
bre de 1937, con el frente republicano hundido y las fuerzas nacionales
a las puertas de la ciudad. Cientos, tal vez miles, de personas trataban
de encontrar un hueco en cualquier cosa que flotase para huir por
mar. Según cuenta Juan Antonio Cabezas en su libro “Morir en Ovie-
do”, varios redactores de “Avance” lograron subir al “Montseny”, un
viejo barco con casco de madera. Mientras se preparaban para partir,
el capitán del barco comentó a uno de los periodistas que el motor
estaba muy gastado y que podría dejarlos en el mar en cualquier mo-
mento. Sea porque lo oyera o porque no le gustara la embarcación,
Ovidio Gondi saltó hacía una maroma de un barco que ya zarpaba y
trepó por ella -esguiló- hasta llegar a cubierta. Su instinto, o tal vez
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