Page 282 - San martín del Rey Aurelio
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hacerlo rodar. Se podía caminar muchos metros rodando, empujado
            con habilidad por la guía. Era muy divertido y se necesitaba un pe-
            riodo de aprendizaje y cierta habilidad. Era un juguete barato.

            Les “Chapes” (las “Chapas”). El juego consistía en recoger los tapo-
            nes de los “Oranges”, Cervezas, etc, y con una alambre algo gruesa
            y doblada, íbamos recortando cristales, hasta darles la forma de un
            círculo que encajara en la chapa, previa colocación de una fotografía
            de una de las personas que más admirábamos, principalmente fut-
            bolistas. Se trazaba en el suelo el itinerario o circuito que consistía
            en un trazado con rectas y curvas paralelos como si se tratara de
            una carretera; al principio del itinerario estaba la salida y al final del
            mismo la meta; se dibujaban obstáculos en los cuales no podíamos
            caer, y a veces teníamos que ir despacio, muy pegados a una línea
            para no caer en ellos. La “chapa” se empujaba con el dedo medio,
            el cual flexionábamos apoyándolo sobre el pulgar, para luego con
            mayor o menor fuerza, golpear la chapa según quisiéramos avanzar.
            Ganaba el que más rápido hacía el recorrido.


            El Castro: generalmente jugábamos con algunas chicas y a veces en-
            tre nosotros. Pintábamos en el suelo la figura del mismo, que consistía
            en varios cuadrados unidos entre sí, e iniciábamos el juego con una
            piedra plana empujándola a la pata coja, intentando ir de casillero
            en casillero; no se podía al principio saltarse un casillero; tampoco la
            piedra podía pararse en los límites de los mismos. Era muy divertido.

            Si alguno tenía una bicicleta, era el más admirado y a la vez envi-
            diado de una forma sana. A los amigos, nos podía permitir dar una
            vuelta, siempre vigilada.

            Otras diversiones.
            A parte de los juegos, teníamos otras actividades. Una de las diver-
            siones de aquella época, era ver pasar aquellos coches negros por la
            carretera. Suspendíamos toda actuación, nos acercábamos a la ca-
            rretera (formada por bloques cuadrados de piedras rectangulares)
            y entre nosotros discutíamos sobre la velocidad a la cual circulaba.
            Unos decían, va a más de treinta por hora, otros aseguraban que a
            cuarenta o cincuenta por lo menos, y otro decían “va a toda mecha”.








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