Page 280 - San martín del Rey Aurelio
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desde el portal catorce al veinte; nosotros vivíamos en el diecinueve.
Una vez aclarada la evolución cronológica, voy a entrar en mis viven-
cias infantiles y juveniles, desglosándola en varios apartados, siempre
en relación con Sotrondio, estando muy orgulloso de mi procedencia.
Barriada de El Serrallo.
Se hizo en varias etapas. La primera fueron veinte portales de seis
viviendas cada uno, paralelas a la carretera. Posteriormente se hi-
cieron todas las demás, que persisten en la actualidad. En aquellas
fechas (década de los cincuenta), casi todos los matrimonios eran
de Familia Numerosa, por lo que tenía muchos amigos, y existía una
buena convivencia entre nosotros. La vida era más sencilla que en la
actualidad; no existían las drogas, había muy poco tráfico de coches
por lo que eran inexistentes los accidentes, y existía un maestro que
nos daba clase de todas las materias. Teníamos una gran variedad
de juegos, los juguetes eran escasos, por lo que nos la ingeniábamos
para crear nuestros propios juegos, que debido a la penuria econó-
mica eran “artesanos”. Voy a recordar los más importantes.
Juegos.
En aquella época (a mediados de la década de los cincuenta), el más
importante y frecuente, era el fútbol; escaseaban los balones y en al-
gunas ocasiones hacíamos uno con restos de telas (“trapos”). Recuer-
do que algunos amigos tenían un balón, y entonces al ser los dueños
formaban un equipo a dedo con los mejores jugadores, y otro equipo
con los menos buenos; como era lógico, siempre ganaba el equipo del
dueño del balón. No se podía protestar, porque si se hacía no se en-
traba a formar parte de ningún equipo, cosa que nos parecía normal.
Jugábamos en cualquier sitio que estuviera libre; el más frecuente
era en el espacio interior que quedaba entre los portales catorce y
veinte. Teníamos que vigilar a dos “enemigos”; uno eran los Guardias
municipales, que si nos pillaban jugando, nos podían quitar e balón;
el otro era “algunos vecinos”, que abrían las ventanas y si el balón
entraba por la ventana en su casa, nos lo retenían unas horas, otro
con mal genio nos lo rompía o no nos lo devolvían. En honor a la ver-
dad, tenían su razón, pues en varias ocasiones, se rompieron algún
cristal (mi padre, que trabajaba de Guarda Jurado, y era carpintero,
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