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estamos olvidando de los casinos de ultramar, de los emigrados a la
        Perla del Caribe. Tenía Caso en 1881 una población de 5933 habitan-
        tes y en 1895 de 5.489. El descenso es notable teniendo en cuenta la
        elevada natalidad de la época; da a entender que un buen puñado
        de casinos habían cruzado ya el Atlántico. El concejo de Caso hasta
        los años cuarenta del siglo XX no bajó de los 5.400 habitantes, esta-
        ba infinitamente más poblado que ahora (la parroquia de Caleao
        rondaba los mil habitantes). Si contásemos los casinos radicados en
        Cuba y Argentina y los hijos nacidos allí, la población posiblemente
        se duplicaría. En la segunda mitad del siglo XX siempre se dijo que
        la principal aldea del concejo era Buenos Aires, como quizá lo fue La
        Habana en la primera mitad.


        Los primeros que abandonaron el zurrón y se embarcaron con una
        maleta llena de ilusión por un futuro más próspero, enseguida vieron
        las posibilidades que ofrecía aquella tierra para alcanzar una vida
        más digna, siempre con el sueño del regreso con las maletas, aho-
        ra convertidas en baúles llenos de riqueza. Así, los que allá estaban,
        iban reclamando a sus parientes que anticipándose a las temidas
        quintas ya habían dado el salto; de esta forma se fue creando una
        población de casinos cada vez más nutrida sin resentirse en modo
        alguno con la independencia de la Isla. Hemos de reseñar en este
        punto la figura de Antonio Bueres Capellín (Bueres,1830), que esta-
        bleció junto a su esposa Luisa Escribano una importante fábrica de
        manteca en Tanes. Fue alcalde del concejo y, leemos en el diario
        El Carbayón (19.9.1894) con motivo de su necrológica: “era también
        consignatario de varias empresas de vapores en las que facilitó
        pasaje a muchos pobres que hicieron más tarde fortuna en Améri-
        ca”; quizá su desinteresada ayuda explique la numerosa emigración
        que existió en la parroquia de Tanes en esos años.

        El destino laboral eran principalmente todos los ramos del comer-
        cio, se empezaba durmiendo sobre los sacos, en las propias tiendas,
        almacenes y bodegas con jornadas de sol a sol, hasta llegar a ser,
        muchos de ellos, dueños de sus propios negocios; también inicial-
        mente en los ingenios azucareros y en las actividades agroganade-
        ras. Muchos casinos, con escasas letras, pero con un enorme grado
        de superación y criterio empresarial, llegaron a dirigir sociedades y
        empresas de relevancia, aventurándose incluso en el sector banca-
        rio y en el del tabaco. Otros se embarcaron en un viaje sin retorno y


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