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cuando alcanzaban la mayoría de edad ya habían puesto todo un
océano de distancia para librarse del servicio. Aunque el escabullir-
se de servir al Rey ya tenía tradición anterior en Caso: en el sorteo de
1817 de un total de 106 mozos únicamente seis resultaron sorteables.
Personajes relevantes siglo XIX
Si tenemos que citar casinos que alcanzaron relevancia en la isla
de Cuba ya en el siglo XIX, deberíamos hablar de los hermanos Juan
y Gaspar de las Traviesas Valle; ambos emigraron muy jóvenes de
Caleao y alcanzaron fortuna como comerciantes en La Habana;
Juan (Caleao, 1822) llegó a ser consejero del Banco Español y a su
regreso a Asturias diputado provincial en varias ocasiones desde
1871 hasta su fallecimiento en enero de 1889. En 1874 fue secuestrado
en su casa de Caleao por el cabecilla carlista González Arias, alias “El
Gordito”; su hermano Gaspar, recién llegado de La Habana se ofre-
ció como rehén en su sustitución con el resultado de un final feliz.
Si bien don Juan fue durante muchos años el mayor contribuyente
del concejo (el más acaudalado) y trabajó desde su puesto en la
Diputación en la mejora de las comunicaciones casinas, sería don
Gaspar (Caleao, 1836), padre del polifacético ingeniero Emilio y de
las recordadas señoritas Traviesas, quien más perdurable recuerdo
dejó en el concejo, tanto por su dedicación al progreso del munici-
pio siendo alcalde (1885-1896), cuanto por su vil asesinato en Ca-
leao el 4 octubre de 1896, crimen que a estas alturas sigue sin resol-
verse. En La Habana compaginó su actividad comercial con puestos
directivos en el Banco Español. Cuando la insurrección comenzaba
a aflorar en la provincia, Gaspar se alistó como voluntario (1868) lle-
gando al grado de teniente, siéndole concedida la Cruz de Primera
Clase Militar por sus servicios a la patria. Con su hermano Juan ya
residiendo años en Asturias, una tragedia precipitó su regreso: fue
el incendio del mercado de Tacón acaecido en la madrugada del 6
de setiembre de 1873, terrible siniestro que arrasó con todos los es-
tablecimientos que allí radicaban; entre ellos su comercio, valorado
en 27.000 pesos de la época. Para sufragar tamaña catástrofe se
abrió en América una suscripción popular para paliar en lo posi-
ble la desgracia, correspondiéndole en el reparto la suma de 6.000
pesos. Prueba de su generosidad y amor patriótico fue la entrega
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