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punto de vista español no fue un héroe sino un villano. Manuel Mon-
        fort en su “Historia de la Guerra de Cuba” escrita al año siguiente de
        su ejecución lo describe así: “cabecilla rebelde incendiario, asesi-
        no, en suma, malhechor escudado en la causa separatista, cruel y
        sanguinario hasta lo inhumano, tigre revestido de forma humana,
        las venganzas eran su lema, su divisa el robo y los atropellos más
        inauditos, reveladores de un instinto ferozmente criminal”.




        Las primeras aportaciones al concejo


        Hemos trazado unos breves datos biográficos de estos cuatro casi-
        nos del último tercio del siglo XIX, con sus vidas tan dispares. Volvien-
        do sobre Gaspar de las Traviesas, su empeño fue grande en esta-
        blecer el vínculo entre los casinos de la montaña y los de allende los
        mares. Ahora es cuando aparecen los “americanos”, los de fortuna
        (indianos), sin olvidarnos de los que no la alcanzaron (“americanos
        del pote”). Durante su alcaldía se anhelaba construir un nuevo con-
        sistorio acorde con los tiempos que reemplazase al existente en El
        Pandu, ubicado en la casa que al quedar sin uso municipal adqui-
        rió Leopoldo Toribio Vega, alcalde que sucedió a Traviesas, en 1.500
        pesetas; terminar con la mísera situación de las escuelas de en-
        señanza primaria del concejo, mejorar las comunicaciones, tarea
        emprendida ya por su hermano Juan, que apenas eran caminos de
        carro, y la llegada de la luz eléctrica. Colosales misiones en las que
        los casinos residentes en el Caribe colaboraron con entusiasmo y
        amor su tierra natal.


        En 1891, el Ayuntamiento, “no pudiendo con sus propios recursos pro-
        ceder a la construcción de una casa consistorial cuya necesidad
        viene sintiendo hace tiempo, concibió la idea de hacer un llama-
        miento a los hijos del país que actualmente se encuentran en Ultra-
        mar, para que contribuyan en unión de sus compañeros de aquen-
        de los mares a una suscripción abierta al objeto antes indicado”
        (carta de Traviesas al “Porvenir de Laviana”). Dejamos nota de los
        cinco primeros casinos que desde la pequeña localidad de San Fer-
        nando de Camarones (provincia de Cienfuegos), quizá trabajado-
        res de los ingenios del azúcar, juntaron ochenta duros para el pro-
        yecto: Juan Suco González (La Foz), Juan Isoba Quintana (El Campu),
        Francisco del Prado González (Bárzana), Matías Martínez (Coballes)


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