Page 508 - San martín del Rey Aurelio
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En el Loyola, la primera noticia del príncipe la tuvimos en clase de
            historia en 4º de bachiller. En 1962. El profesor nos preguntó: A ver,
            ¿con quién se va a casar el príncipe Juan Carlos el próximo mes de
            mayo? Solo a uno le sonaba algo el tema. Lo sé, lo sé… con Sofíaaaaa.
            Sí, pero ¿con qué Sofía? Ay, ay, ay … con Sofía, con Sofía, ¡con Sofía
            Loren!. ¡Sinvergüenza, al último puesto!.

            En aquél 1.962, 4º curso de bachiller, en clase de Latín tradujimos
            “De Bello Gallico” (La guerra de las Galias) de Julio César. Está escri-
            to en tercera persona por el emperador y es muy exagerado y pro-
            pagandístico, inaugurando así, en el siglo I, antes de nuestra era, la
            tradición de que las historias de las guerras las escriban los vencedores.


            En un episodio el autor escribió de sí mismo: César, en Ostia, pasó
            10.000 soldados a la otra orilla del rio. Se refería al puerto de Ostia,
            cerca de Roma, al lado del actual aeropuerto de Fiumichino, en el rio
            Tiber. Un alumno tradujo: César, de una ostia, pasó 10.000 soldados
            a la otra orilla del rio.


            En Francia también tuvieron De Bello Gallico como libro de texto y
            aprovecharon esta circunstancia, para vengase, 21 siglos más tarde,
            de aquella humillante derrota, y de cómo la narró Julio Cesar. Para
            ello inventaron los relatos de Asterix y Obelix, donde Julio César
            también habla en 3ª persona. Por Tutatis y con la pócima de del
            druida Panoramix, los irreductibles habitantes de una aldea gala se
            pitorrean ahora de los romanos, como el centurión Borricus y el le-
            gionario Mulus. Ya lo decía Tony Leblanc, en el sketch de King Tarao:
            “Del gimnasio a la Casa de Campo y de la Casa de Campo al gimna-
            sio. Toca, toca, ¡estoy como un mulo!”.

            Orgetorix era un rico helvecio, que ayudó a los romanos a invadir la
            Galia. Un colaboracionista, precursor del régimen de Vichy del mariscal
            Petain, que gobernó en Francia, durante la invasión nazi, en la segunda
            guerra mundial. Planeaba hacerse con el poder de su república. Fue
            descubierto por los helvecios y le ordenaron comparecer a juicio, pero
            murió antes de presentarse. Se cree que se suicidó. Julio César lo saldó
            con un lacónico y sorprendente, puesto que era el segundo protagonis-
            ta del libro, “Orgetorix mortus est”, sin ninguna explicación adicional.








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