Page 504 - San martín del Rey Aurelio
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eh ¡suspenso!”. Qué disgusto, oye, ya me imaginaba mandándole un
            telegrama a mi padre: “Padre querido examen perdido” y su previ-
            sible respuesta: ”Hijo del alma, prepara la nalga”. Por la tarde me
            hicieron un examen de repesca y me aprobaron, menos mal.


            Y al día siguiente el jefe de los internos me preguntó si me iba a
            presentar al examen escrito para mejorar la nota y como yo no tenía
            intención, porque dadas las circunstancias ya me conformaba con
            el aprobado, me persuadió de que me presentara, diciéndome: “tú
            te presentas, porque si no te parto la cara”, experiencia que ya me
            resultaba muy conocida.

            Evidentemente me presenté y finalmente me dieron la matrícula de
            honor. Mayor “contraste de pareceres” imposible. Menuda ducha es-
            cocesa para un niño de 10 años. Lope de Vega decía: “En horas vein-
            ticuatro paso de las musas al teatro”. Yo en horas veinticuatro pasé
            del suspenso al “honorato”, si se me permite el ripio.

            Esta nota fue importante para mi futuro, ya que me permitió obtener
            una beca, que conservé durante todo el bachillerato.

            De esta dura experiencia extraje la conclusión de que el que manda
            puede actuar arbitrariamente y perjudicarte gravemente, o benefi-
            ciarte si considera que eres de su cuerda, o incluso en alguna oca-
            sión, si le apetece, hacerte justicia, y todo ello, sin que uno pueda
            hacer gran cosa por evitarlo. O dicho en el lenguaje de un alcalde
            de la época: “Cuando toca ser yunque hay que aguantar” y añadía
            “y cuando toca ser martillo machacar”, que seguramente era lo que
            más le gustaba hacer a él.

            Durante el tercer curso (1961) tuve un serio tropiezo con un cura ma-
            drileño, que era muy pijo y muy facha. Tres internos estuvimos casti-
            gados todos los recreos a la puerta del cine, de rodillas y sin hablar,
            por el grave delito de pasear alrededor del patio, charlando, durante
            los recreos. Nos prohibió hacerlo, haciendo gala de una arbitrarie-
            dad y abuso de poder que nos parecieron insoportables, así que le
            echamos agallas y nos negamos. Como hubo otros que sí acataron
            semejante atropello, a nosotros nos replicó con ese abusivo casti-








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