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para trasladarse a la colonia. Todo ello fue el germen de la explosión
        emigratoria de las últimas décadas del siglo XIX.



        Inicios


        A la par de a Cuba, quizá en mayor medida, emigraban ya los ca-
        sinos a Buenos Aires y arribaban a Veracruz con destino a México;
        también a Andalucía (Sevilla y Jerez principalmente), pero pronto la
        emigración a la Isla fue abrumadoramente mayoritaria.


        El primer documento de un casín embarcado en la aventura ame-
        ricana que hemos encontrado corresponde a noviembre de 1792.
        Juan Ignacio Gamio, natural de Arraioz (Navarra), partió del puerto
        de Cádiz con destino al puerto de El Callao (Lima -Perú) en la fragata
        San Felipe Neri, alias “La Rosa”, para entregar en destino “99 trastes
        y 75 envoltorios todo ello de gentes extranjeras”, mercancías valo-
        radas en 474.908 reales de vellón. En el viaje iría acompañado de un
        “dependiente” gallego y de un criado para su asistencia. Este criado
        se llamaba Rosendo Gao, hijo de Toribio Gao y María Martínez, sol-
        tero y natural del pueblo de “Caliau”. En el Archivo de Indias constan
        las declaraciones de diversos testigos al objeto de verificar que el
        tal Rosendo era “cristiano viejo, sin mezcla de extrangería, ni des-
        cendiente de las familias a quienes por las leyes de estos Reynos
        les está prohibido para a los de Yndias”.


        Quisiera reseñar, igualmente, un documento de 1838 en el que se
        constata la emigración casina a Buenos Aires. En ese año fallece
        allá un vecino de Caleao llamado José Calvo, dejando una herencia
        de 24.770 pesos; el documento relata las peripecias para cobrar esa
        herencia y como fueron comisionados a tal efecto los vecinos de
        Orlé,

        Manuel Moritán y José Valle que en tan lejanos años hicieron la ruta
        Orlé - Santander - Cádiz - Buenos Aires y el mismo camino de regre-
        so. Las andanzas de estos dos vecinos, que vinieron en el vapor con
        un cargamento de cueros de vaca para venderlos en Cádiz y así
        hacer entrega del remanente en reales a los herederos en Caleao,
        nos dan a entender que ya en aquellas fechas los casinos estaban
        acostumbrados a cruzar el charco, una aventura que podía durar


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