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un par de meses en alta mar. Y que el citado José Calvo ya llevaría
los años suficientes allá como para dejar unos dineros que mere-
cían la pena recuperar con el largo periplo ultramarino de los dos
frondayos.
También Caleao es la patria de los primeros casinos en la Isla de
Cuba. Sabemos que en 1820 ya constaba establecido en La Habana
el comerciante Francisco de Poli. En ese año, un sobrino suyo llama-
do José de Poli recibe pasaporte con el objeto de dedicarse al co-
mercio en la casa de su tío. Seis años después, otro sobrino llamado
Juan González Poli obtiene igualmente licencia “para pasar a la ciu-
dad de La Habana en ultramar, en cualquier buque habilitado, para
ejercitarse en el comercio de aquella plaza en la casa y compañía
de su tío don Francisco”.
En los contratos de embarque del bergantín “Victoria” (1862) se rela-
cionan cuatro vecinos de El Tozo que partían a Cuba: Ceferino For-
celledo, Fernando González, José Antonio González y Joaquín Cres-
po. Un año después, en el “Pepe”, embarca el veinte de noviembre un
vecino de La Felguerina llamado Leonardo Miguel Calvo.
Las quintas
El miedo a ser alistados en la milicia, en la que existía un riesgo cierto
de perder la vida o quedar mutilado; dejando, además, a las familias
sin sus brazos durante un periodo de tres y hasta siete años es, junto
a las míseras condiciones de vida, el detonante de la emigración.
Consultando las actas de Clasificación y Declaración de Soldados
del Ayuntamiento de Caso de los años 1885-87 nos encontramos
con el siguiente resultado: 1885- 67 quintos, ausentes 15, de ellos 13 en
Cuba y los dos restantes en Buenos Aires y Sevilla; 1886- 56 quintos,
en Cuba 9, uno Buenos Aires y otro en Jerez de la Frontera; 1887- 74
quintos, 16 Cuba, uno Buenos Aires y uno en Sevilla (tienda en Triana).
Entre quintos que no alcanzaban la talla establecida (la mayoría),
los que alegaban la necesidad de cuidar de sus padres ancianos
y los que padecían patologías causantes de exención (bocio, tiña,
raquitismo, etc.), quedaban únicamente como sorteables aquellos
que previamente habían huido de la penosa e injusta carga del ser-
vicio militar al no poder redimirse del mismo con dinero. Es decir,
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