Page 534 - San martín del Rey Aurelio
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Quedan en el tintero los disfraces hechos con hojas de castaño, las
cabañas de madera, los trenes hechos de latas de conservas enla-
zadas, los carros de cajas de farias y ruedas de latas, los sillones
de triciclos transformados en sombreros de soldados, las latas de
aceite Ybarra a modo de baterías, las vegijas de la matanza para
hacer zambombas, lo corteza de las blimales para hacer flautas,
los tiratacos con madera de xabu, los veranos poniendo piedras y
tapinos para hacer un pozu en el río para bañarnos, perdernos por
las caminos y bosques en busca de niales para coger los huevos a
los pájaros, fabricar artilugios de pesca dejando cabos en los ríos
a ver si picaban o escosar desviando en las presas de los molinos
para coger truchas, robar frutas por el placer de hacerlo pues casi
todos teníamos, armar las sanjuanadas, correr de los mascaritos…
no había peligros porque éramos conscientes de que si hacíamos
mal algo, cobrábamos pero lo hacíamos. Mandados, realizábamos
los recados porque así lo querían nuestros vecinos y sacábamos
pecho como si por cada encargo se nos tuviera en más conside-
ración. El problema de subir o no a un árbol no estaba en la caída,
que no caíamos, sino en la vergüenza de no haber podido esguilar.
El sacrificio, el afán de superarnos, la alegría y la responsabilidad
nos hicieron mayores y mejores disfrutando de lo poco o mucho
que había a nuestro alcance. Hacer y compartir, vivir era más im-
portante que nuestras carencias.
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