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monte el espacio para la generación de excedentes económicos
        en el marco de unas economías de marcada precariedad y subsis-
        tencia. Fruto de su importante papel en las maltrechas economías
        familiares, el territorio fue objeto de una profunda y minuciosa ges-
        tión por parte de las comunidades rurales basada en la aplicación
        de una detallada legislación en forma de ordenanzas locales, que
        conforman un corpus de derecho consuetudinario con entidad pro-
        pia, a la par que la colección más amplia, extensa y antigua de las
        ordenanzas locales que se conservan para el conjunto de Asturias.


        Una lectura sosegada de estos pretéritos planes rectores de uso y
        gestión evidencia el mimo, a la vez que el celo, con el que los casi-
        nos ordenaron, gestionaron y aprovecharon de manera sostenible
        sus montes. Las ordenanzas casinas son, desde la óptica actual, un
        reservorio de Conocimiento Ecológico Local (CEL) en el que abun-
        dan las lecciones de ordenación del territorio y en el que están pre-
        sentes por doquier los principios de una economía circular y de una
        organización social amparada en la democracia participativa y en
        la solidaridad vecinal como fórmulas de funcionamiento comuni-
        tario. Se recomienda encarecidamente su lectura a los diferentes
        actores involucrados en la gestión territorial en sus diferentes ver-
        tientes y ámbitos de intervención, ya que nos ayudaría a entender
        que los procesos de innovación rural, en muchos casos, están más
        próximos a la revisión y actualización de las experiencias de nues-
        tros antepasados que a la invención de nuevas teorías, conceptos,
        reglamentos y leyes …., de extrema precisión sobre el papel pero de
        difícil praxis sobre el terreno.


        En el caso concreto del monte las ordenanzas organizaban des-
        de las partes bajas de los valles a los puertos de altura el espacio
        adscrito a pueblos y parroquias, delimitando unidades de gestión
        concretas y asignando a ellas usos complementarios en el espa-
        cio y en el tiempo, siempre primando la ganadería como actividad
        principal, con el objeto de poner a su disposición la mayor superficie
        de pasto posible. Así, las “guarizas”, en las que se combinaban áreas
        de pastizal con arbolado en las inmediaciones de los pueblos, eran
        acotados con destino al ganado de labor empleado como trac-
        ción animal en las faenas agrícolas, existiendo también acotados
        de este tipo en todos los pueblos para el mantenimiento de los se-
        mentales mancomunados. La delimitación de unidades ganaderas


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