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conseguido, los objetivos de conservación no se han cumplido, y en
        particular en el aspecto cultural; y lo que es más grave aún, no han
        conseguido reconciliar a la población local con la gestión de sus
        montes y los recursos naturales que albergan. La población local, de
        nuevo y con frecuencia, ha vuelto a identificar estas figuras de pro-
        tección como elementos ajenos y motivo de distanciamiento con
        los recursos naturales, percepción que se materializa para ellos en
        muchos casos en prohibiciones y normativas contradictorias que
        condicionan sus expectativas vitales y el día a día de su actividad
        económica. En la actualidad, el gran reto de ambas figuras de pro-
        tección es reencontrar naturaleza y cultura, o lo que es lo mismo,
        integrar a las comunidades locales como parte activa de la gestión
        y el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

        El estado de conservación actual del monte invita a ello hoy más
        que nunca, y más si cabe en un contexto de cambio global donde
        conseguir una explotación sostenible en armonía y equilibrio con la
        conservación de los recursos naturales es un imperativo categóri-
        co, no sólo para legar a nuestros hijos un planeta mejor, sino para
        asegurar la propia supervivencia de nuestras generaciones. La de-
        riva ecológica a la que se han visto expuestos nuestros montes en
        general, y los de Caso muy en particular, debe hacernos reflexionar
        sobre su estado de conservación, la gestión futura y el aprovecha-
        miento eficiente de este recurso multifuncional.


        Caso cuenta con una de las superficies más importantes de casta-
        ño de Asturias, a la vez que es zona cero de plagas como el chan-
        cro o la avispilla, que encuentran en la falta de gestión y abandono
        de estas masas un marco de expansión imparable. En el resto de
        bosques se apilan toneladas y toneladas de leñas muertas y ár-
        boles caídos que contribuyen a incrementar la disponibilidad de
        combustible ante posibles incendios forestales. Respecto a éstos, el
        matorral se expande en mancha de aceite sin orden y concierto a
        modo de vaso comunicante entre las manchas boscosas, así como
        cordón envolvente a los núcleos rurales, lo que expone al conjunto
        del paisaje a un elevado riesgo ante grandes incendios forestales,
        que llegarán como una manifestación más del cambio climático,
        igual que está sucediendo en otras las parte del planeta. Los pas-
        tizales a diente desaparecen engullidos por el matorral ante la de-
        cadencia del pastoreo, los cambios en la cabaña ganadera o la


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