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formado parte de un retablo.


        También pude oír, la tradición oral en un pueblo de montaña es muy
        rica, que el pueblo de Caleao, en origen era una “ mayada” de Tanes
        y que la riega L´Acéu (en el medio del pueblo) era muy “ llobil” (lobe-
        ra).


        Otra cosa que se mantiene desde siempre, y los lugareños la damos
        por buena, es que el pueblo empezó a construirse por la parte más
        alta, la quintana de Sobropoli, utilizando para ello la piedra caliza
        traída de Solesplanes con carros, por cierto llena de fósiles de bival-
        vos.


        Tiene una capilla en el cementerio dedicada a San Martín, próxima
        al emplazamiento donde debió de estar la iglesia primitiva ante-
        rior, un poco más allá, y también dedicada al mismo santo, a juzgar
        por los topónimos: la tierra de Samartino y las tierras de Solaiglesia.
        Además cuenta con dos santuarios exentos del núcleo urbano: La
        ermita de Ricao, que en su día fue un santuario mariano dedicado a
        la virgen del mismo nombre. Cuenta con una talla románica  de ma-
        dera policromada de una virgen sedente, en majestad, que mantie-
        ne todos los rasgos propios de este estilo escultórico. Por la perfec-
        ción de sus rasgos y sin disponer de otros datos, nos inclinamos a
        pensar que debe datarse en la segunda mitad del s. XIII. El santuario
        de Ricao, además de la ermita disponía de una edificación junto al
        río para los peregrinos, que ya no existe; separando a ambas el ca-
        mino, hoy carretera local a La Felguerina.


        El otro santuario es la capilla de San Antonio Abad, inaugurada en
        1636 y construida a expensas de un cura de Caleao, Juan Gonzalo,
        fallecido en 1672. Antiguamente dedicada a San Cipriano por lo que
        el lugar aún conserva el nombre y se llama Sanzribián o Sancisbián,
        que de las dos maneras lo he oído. Está situado al comienzo de la
        ruta de los Arrudos, en el camino del puerto de Contorgán, por lo que
        está claro que ni el emplazamiento ni la advocación al patrono de
        los animales sean una casualidad. Un pueblo ganadero como este,
        tenía mucha fe en el santo y era frecuente echar una limosna en el
        cepillo al ir a ver el ganado y pedirle su protección con un  “San An-
        tonio les defendia” (las defienda), así como ofrecerle un lacón todos
        los años que se “puyaba” el 17 de enero, día de la fiesta patronal. Por


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