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Juan Miguel Aladro Calvo
Profesor
Vivencias de Caleao
Dicen de los de Caleao los vecinos de los pueblos cercanos que so-
mos muy celosos de lo nuestro, que hasta tenemos un habla que
nos es propia. No sabría cuánto hay de verdad en esto último, pero
respecto a lo primero lo asumo sin ninguna duda. Y eso creo que
viene del hecho de que nos criaron con la cantinela de que “no hay
peor desgracia que nacer en mala tierra”, adagio éste que acaba-
mos asumiendo como propio, hasta tal punto que me parece que
forma parte de nuestras señas de identidad.
Para empezar, decir que Caleao fue concejo en el s. XVIII, con su
ayuntamiento y unos cuantos edificios singulares con puertas ar-
queadas. Nuestros mayores siempre los señalaron como el ayun-
tamiento, la cárcel, el juzgado, si bien sólo podemos hablar de la
narración oral que pervive en la memoria colectiva, pues en ningún
momento pasó por mi mano ningún documento que así lo certifi-
que. En esta época La Felguerina formaba parte de Caleao y estimo
que El Campanario fuera el lugar donde estaba la campana, sitio
que por su situación geográfica permite hacer los llamados y ser
oída por los vecinos de los dos núcleos; al igual que el topónimo La
Cruz de la Cantera indicaría el lugar de paso más corto entre ambos
y próximo a la primera iglesia que también estaría en el camino in-
termedio. He oído a los mayores, que hasta este sitio se sacó en una
ocasión a varios santos en rogativa pidiendo lluvia para combatir la
sequía y que mientras los del pueblo pedían “agua señor”, los tejeros
ambulantes, que a la sazón estaban trabajando en el pueblo (hay
varias tejeras), iban detrás a su vez pidiendo “sol y aire y agua non”.
De todos es conocida la importancia de la llamada de las campa-
nas en Asturias, tanto para los oficios religiosos como para avisar de
la muerte de alguien o para llamar “a conceyu” (juntas vecinales),
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