Page 40 - Braña
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Vestido en verdes apabullantes, en el color indescriptible del más hermoso otoño o
en la desnuda soledad de los inviernos y la blanca nevada que le adorna, el monte
Redes -ese “inmenso bosque en llamas” que asombró a Lueje- ofrenda su propio
nombre a toda la extensión del Parque Natural. Poblado casi exclusivamente por
hayas de elevada calidad en sus 2.012 hectáreas de terreno comunal, declarado
monte de utilidad pública (M.U.P. nº 221) en el año 1907, acunado entre las alturas
del Sellar y los atormentados contornos de la xerra Brañapiñueli y el aceal de
Meremuerta -otra estampa más que enmarca la Vega- tiene su acceso por la pista
que en su día continuó la potente excavadora que dejamos en el tesu del Pandiellu
allá por el otoño de 1966, seguramente cuando Moisés y Vicente desbrozaron el
escobal en aquella aventura que refrendó Marino en una de sus coplas. Cuentan
que tardó todavía dos años (o dos temporadas, pues los tiempos arriba se miden
al capricho de las nieves) en llegar a Merecueria, que viene a significar lugar de
aguas limpias y abundantes, otra joya de nuestro brutal paisaje, que es majada
perteneciente a La Felguerina al igual que La Roza y no Las Rozas como aparece
por ahí descrita, La Roza del Frae, de enigmático nombre que quizá no haya que
buscarlo en misteriosos frailes sino en las escarpaduras de sus lindes calizas, como
Brañapiñueli, en la que amayadaben los de El Barru, que viene a significar lo mismo:
la braña entre las peñas. Dichas majadas, junto a la del Carrascal -perteneciente a
Coballes- se integran también en el espacio que delimita el monte Redes.
Con la llegada de la pista a sus entrañas se entresacó un volumen importante
de árboles longevos, pervive el recuerdo de las grandes subastas que extrajeron
Ceferino el de Consuelo y Tino Blanco y, por lo que de asombro que nos pudiera
causar hoy día, el lote que Luis Vega y Graciano sacaron por Merecueria, mediante
un cabestrante que dejaba la madera en Fuente Orada, para transportarla en
caballerías por el valle Acebal a San Isidro, la antigua Wamba que recuerda
imaginativamente los tiempos del rey godo. Hoy día Redes es un ecosistema
caducifolio de vital importancia, un mundo estrictamente protegido, corazón y
símbolo de todo el Parque Natural y Reserva de la Biosfera que se enorgullece de
su nombre.
EPÍLOGO
Mientras el matorral avanza, arrincona los pastos y desdibuja los senderos, el
lobo campa a sus anchas y diezma los ganados y el oso destruye las colmenas,
acostumbramos a dirigir el dedo acusador a nuestros gobernantes, que buena
culpa tendrán con sus decisiones tantas veces erradas, sin percatarnos de que no
se trata exclusivamente de un problema de gestión más o menos atinada, pues
la raíz de la decadencia y el abandono de estos soberbios paisajes subyace en el
despoblamiento inexorable de los pueblos, de esta Asturias rural vaciada de almas
que se nos muere y deja una naturaleza, otrora moldeada por la sabia experiencia
de los antiguos, en manos de unas administraciones, en tantas ocasiones alejadas
de las necesidades reales, que a duras penas pueden taponar las enormes grietas
por las que se nos desvanece esa no tan bucólica Arcadia forjada entre estrecheces
y penalidades, mientras la vida, sigilosamente, va dando paso a un tiempo nuevo
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