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El tiempo de Valdediós

El tiempo de Valdediós

Guillermo Martínez Suárez

Geógrafo

Nadie como Marc Bloch situó a la sociedad feudal en su justo medio.
Acostumbrados a dejarse llevar por el proceso de disolución de las antiguas
estructuras del Imperio, y también por el deslumbramiento de ese Otoño de la
Edad Media que reflejó Huizinga, hemos cometido el error de no valorar con
justicia lo que se consideró esa larga noche entre dos tiempos bien definidos,
sin tener en cuenta que, en ese proceso de sedimentación continua que es la
Historia, se asentó la idea de permanencia y la idea de preservación. Valdediós
emerge como símbolo de estos dos principios.

Es en ese tiempo medio y a veces vaporoso, donde debe detenerse nuestra
mirada. Porque aquí, en medio de lo que se consideraba vacío, emerge la
estructura de un Reino que Joseph Melot denominó «pequeña Bizancio en
miniatura». Un Reino que conmemoró, en 2018, los mil trescientos años de la
rebelión de don Pelayo en Asturias, en lo que constituyó su hito fundacional
como primera estructura organizada de poder cristiano, surgida en la península
ibérica tras la conquista musulmana, iniciada en 711.

Como en el Lenguaje clásico de la arquitectura de John Summerson, el conjunto
arquitectónico de Valdediós nos invita a reflexionar sobre la cotidianeidad
y sobre el horizonte de los pobladores de la época, fuera del simbolismo y la
trascendencia posterior que ahora sí podemos valorar en perspectiva histórica.
Es ahí, en las mentalidades, donde el esfuerzo requiere de anclajes como las
manifestaciones materiales de aquel tiempo que han pervivido hasta nuestros
días. Imaginarnos el sistema global en que estaba inmerso, el alcance de la
espiritualidad, las estructuras de poder, las preocupaciones cotidianas, son
cuestiones esenciales para no caer en el tentador juicio fácil de la interpretación
contemporánea de nuestro pasado. Sólo así, por ejemplo, podemos encontrar
respuesta a la singular distribución territorial del prerrománico asturiano.

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