Page 541 - San martín del Rey Aurelio
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pites. Ambos mundos se hicieron complementarios durante décadas,
            dando pie a una economía mixta que contribuyó a generar pautas
            culturales notablemente diferenciadas respecto a otros territorios.

            Así, por ejemplo, ese cambio permitió a sus vecinos reivindicar, y
            luego conseguir, una plaza de consumo y Fielato (1916), una carte-
            ría (1918), acceso a la electricidad para diversos pueblos de la zona
            alta (1929), un puesto de la Guardia Civil (1937), un economato de
            la empresa Duro Felguera (1946) y una funeraria (1951). Hasta llegó
            a lograrse, aunque solo de forma temporal, la presencia de un guar-
            dia municipal. El alumbrado público en la carretera entre La Güeria
            y Cocañín y un plan de Urbanización para la vega de La Rotella se
            harán realidad poco después (1955), así como la instalación de un
            locutorio telefónico (1957). Finalmente, y como culminación de este
            proceso, un grupo de vecinos de La Llave y de La Casanueva con-
            siguen en 1971 que comience a funcionar el servicio de recogida de
            basuras.

            Entretanto y no, junto a las viejas y nuevas demandas, frente al desa-
            rrollo económico y el cambio cultural, surgió lo inesperado mediados
            los años sesenta, un hecho que no figura en la historia escrita de La
            Güeria pero sí en la memoria colectiva: la televisión. Fue como un
            punto y aparte con el que se pretendía significar el fin de una época
            en la que habían reinado la radio y el cine. Las emisoras de radio aún
            mantenían por entonces una programación tremebunda, cantarina y
            paternalista en la que casi todas las informaciones eras “partes” (na-
            cidos con el final de la guerra), o una inacabable sucesión de festi-
            vales de la canción, caravanas solidarias, radionovelas y concursos.
            En cuanto a la sala oscura y multitudinaria del cinematógrafo, cuyo
            templo en nuestro caso era el “Cine Aurora”, y Pin su sacerdote, sufrió
            desde los años sesenta los daños colaterales provocados por la no-
            vedad de la pequeña pantalla. Su final fue lento y doloroso, muchas
            veces en paralelo con la desaparición de las explotaciones mineras.

            La primera televisión que pudo verse en todo el valle mostró sus po-
            deres desde el Bar Rubio, con decenas de ojos ensimismados ante
            aquella sucesión continua de imágenes, ahora en forma de películas,
            luego como publicidad, más tarde gracias a un concurso y hasta








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