Page 519 - San martín del Rey Aurelio
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maniobra. Anque ya yera más noche que día, dixi a la patrona: “Jo-
            sefa, la vaca anda tora, y debería llevala al güé, antes que y pase,
            porque podemos quedar sin criya pa isti añu”. “Pues vete enseguida,
            sin tardar, non pierdas tiempo, dixom’ella”. Y yo, nin curtiu nin pere-
            zusu, marché p’al corral, quité la esquila a la vaca, y pasé tocándola
            cerca de casa pa que la oyera bien, y pensara que marchaba con’ella
            al güé, con lo que quedó encantá, y yo más contentu tovía, por ha-
            beme salío con la mía, y por haber echado unos cuantos tragos con
            otros cuantos que estaban en el chigre de Fausto.

            Pero al pasar unos meses, al non ver señales de tar preñá, díxome
            Josefa, un día: “Ángel, la vaca paez que sigue forra, casi seguro qu’él
            güé non la subió bien”. Y yo dixi; “Seguro, seguro, cualquier día ten-
            dré que golver a llevala de nuevo”. Claro, ansi quedaba peparao,pa
            repetir lo de los traguinos. ¡Genial!.

            Don Jesús se reía con el relato de Ángel, a la vez que el capataz,
            expresaba: “No se extrañe pero todos los días tiene que contar algo
            así”.

            Fue pasando el tiempo, y pronto me llegó la edad de empezar a
            trabajar en el interior de la mina, siendo destinado al taller de los
            San Antonios, precisamente del “Quintu”, del que estaba encargado
            un buen vigilante, Severiano, de La Cerezal; y después con un buen
            entibador y persona: Severo, el de Lela, también de La Cerezal. Con
            estos destinos aumentaba más el conocimiento del Plano, al bajar
            todos los días por él, en barra.


            La prohibición de subir o bajar en los “tercios” era absoluta. Solo
            estaban autorizados los mandos: Ingeniero, Capataz, Vigilantes, y
            alguna persona relevante. Los demás, solo alguien si lo utilizaba era
            a hurtadillas y en marcha, con gran riesgo de sufrir algún accidente.
            Lo normal era cambiar de ropa en la casa obreros, y después em-
            prender a pié la dura cuesta que separaba el Prau Molín del Quintu.

            El bajar el plano era otro cantar. Muy pocas personas lo hacían a
            pie, sobraban dedos de la mano para contarlas. La forma de llevarlo
            a cabo era el llamado, “montar en barra”, que consistía en sentarse








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