Page 517 - San martín del Rey Aurelio
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mismo que, aunque anónima, por no aparecer ninguna firma de au-
            toría, parecen haber sido escritos, según se desprende del texto,
            por alguno de los que, en aquella época, prestaba su servicio en tal
            compañía minera. El escrito, literalmente, dice así:


            “Corrían años de los cuarenta, cuando se despertó en mí, de forma
            circunstancial, la curiosidad de conocer el funcionamiento del ”Pla-
            no del Quintu”.

            Fue un día en que al pasar por La Cruz, se dio la rara coincidencia
            de soltarse un “terciu” del mismo, volando los vagones, que lo com-
            ponían por el aire, estrellándose, en un santiamén en la Plazuela del
            Prau Molín. En tal momento subíamos de Sotrondio un animado gru-
            po de amigos que, sorprendidos por tal hecho, tomamos la decisión
            de visitar la Plazuela, para conocer la gravedad del accidente, y para
            ver de cerca las labores que allí se desarrollaban.

            Pasado el puente, que conduce a Miera, con la intención de hacer
            un giro a la derecha para entrar en La Plazuela encontramos a una
            empleada en labores de Portillera o Guarda-agujas, que nos impedía
            continuar, pero que al saber que casi todos éramos hijos de trabaja-
            dores que prestaban allí sus servicios nos dejó continuar libremente.
            Con el tiempo, algunos comprobaríamos que era una gran perso-
            na y de excelente trato, por lo muy servicial y amable que era, con
            todos los que nos cambiábamos de ropa, en la “Casa obreros”, allí
            ubicada. Se trataba de Elena Cuetos, como expresé anteriormente,
            y excelente trabajadora en cualquier labor que sus superiores le en-
            comendaran.

            Volviendo a lo anterior, he de manifestar que no llegó muy lejos la
            experiencia  de  aquel  día,  porque  un  Guarda  Jurado,  nos  cerró  el
            paso, un más poco más arriba y solo conseguimos de él, que no nos
            hiciera volvernos, saliendo más arriba, por otro puente que estaba a
            la altura de la casa de José González, “Pepe el Cuadrero”, dando por
            terminada nuestra inicial aventura.


            El conocimiento del plano, continuaba siendo asignatura pendiente
            pero, para bien o para mal, por poco tiempo, porque pocos meses








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