Page 486 - San martín del Rey Aurelio
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hermano, pero no era cierto, el odio nunca formó parte de lo que se
vivía en mi familia. Esa fue una de las enseñanzas de mi madre, que
había que respetar a todo el mundo fuese cual fuese su idea política.
Dijeron también que habíamos saqueado un palacio en Lugones…
en fin, tonterías que solo tenían como objetivo justificar la condena.
Teníamos un abogado de turno, pero su intervención lejos de defen-
derme fue para ratificar las acusaciones. Me condenaron a 15 años
de cárcel “por rebelión militar”, y lo hizo precisamente un tribunal
formado por los militares que se habían levantado contra la legal-
idad republicana. Aquellos consejos de guerra fueron una falsedad
absoluta de principio a fin.
P.- En mayo de 1938, una vez confirmada la sentencia, te trasladan
al País Vasco, a la cárcel de Saturrarán, controlada por monjas…
R.- Me trasladan a mí y también a mi hermana, así como a otras pre-
sas de las cárceles de Oviedo y Gijón, aunque a Argentina la llevaron
luego a la prisión de Durango. Y sí, las encargadas de vigilarnos den-
tro de la cárcel eran monjas pero fuera había también militares que
hacían guardia. Yo nunca había tenido relación directa con perso-
nas de la iglesia, y después de pasar por aquella cárcel aún menos.
Además a las asturianas no nos trataban bien porque nos consid-
eraban unas revolucionarias y de ser poco católicas. Lo que viví en
aquella cárcel fue duro, muy duro, pues las monjas nos trataban muy
mal, en una ocasión me metieron más de dos meses en una celda
de castigo por algo que yo no había hecho, pero luego piensas que
aquel sufrimiento no fue nada si lo comparas con el de otras com-
pañeras que fueron asesinadas.
P.- Tras finalizar la guerra, las cárceles de España estaban des-
bordadas por el gran número de reclusos republicanos, así que
comienzan a rebajarse muchas penas y en tu caso sales en liber-
tad provisional en agosto de 1941, decisión que no será definitiva
hasta noviembre de 1952. ¿Qué te encontraste tras decirle adiós a
Saturrarán?
R.- Regresé a Asturias, a Tuilla, que era donde vivía por entonces
mi madre. Al ser con libertad provisional al principio tenía que pre-
sentarme todos los días en el cuartel de la Guardia Civil, luego cada
ocho días y más tarde cuando me fui a Oviedo ya era cada mes.
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