Page 484 - San martín del Rey Aurelio
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Éramos por tanto una familia muy plural, muy democrática.


            P.- Gracias a los libros que has escrito, sobre todo al titulado “Me-
            morias”, del que se han publicado ya tres ediciones (1), eres una
            persona no solo muy conocida y respetada dentro del Partido So-
            cialista y de la Unión General de Trabajadores -las organizaciones
            en las que militas desde muy joven-, sino en un referente unitario
            de toda la izquierda. ¿En qué momento y por qué decidiste asumir
            ese compromiso?
            R.- El triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936
            nos dio muchos ánimos pues significó, entre otras cosas, que to-
            dos los que aún estaban presos por haber participado en la Revolu-
            ción del 34 saldrían de la cárcel, y también que los familiares de los
            asesinados en Carbayín ya podíamos entrar en el cementerio libre-
            mente y sin problemas, pues hasta entonces estaba prohibido. Yo
            ya me sentía socialista y como al mismo tiempo que comenzamos
            a ensayar una obra de teatro titulada “Arriba los pobres del mun-
            do” se formó la agrupación de las Juventudes Socialistas Unificadas
            (JSU) la mayoría de la juventud de Carbayín y alrededores nos ad-
            herimos a la misma. Cuando estábamos preparando el estreno de
            la obra en Pola de Siero, el 18 de julio del 36, los militares fascistas
            se sublevaron contra la República y como fracasaron comenzó una
            guerra terrible. Siempre recuerdo lo que solía decir mi madre poco
            después de ganar las elecciones el Frente Popular: “Creo que se está
            preparando una guerra. Esta gente no se resigna a que gobierne la
            izquierda”. Tenía toda la razón. El caso es que pidieron voluntarios
            para ir al frente porque la República estaba en peligro y había que
            defenderla. Nos apuntamos tres hermanos, Secundino, Argentina y
            yo. A las mujeres al principio nos destinaron a asegurar la comida a
            los que estaban en el frente, y muchas veces teníamos que llevar las
            potas arrastrándonos por el suelo para evitar que nos pegasen un
            tiro. Todo era muy triste… y hasta había quien utilizaba la guerra para
            venganzas personales, algo que me indignaba. Cuando por fin se for-
            maron los batallones nos militarizaron y yo pasé a formar parte del
            que llevaba el nombre de “Los mártires de Carbayín”. Era una guerra
            con todas las consecuencias, heridos, muertos, desaparecidos… Al
            principio había mucha esperanza porque creíamos que las democ-
            racias europeas iban a ponerse del lado de la República aunque con








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