Page 320 - San martín del Rey Aurelio
P. 320

Decíamos antes que, al igual que el genotipo permite hoy día definir
            cualquier organismo mediante su ADN, deberíamos construir en cada
            yacimiento un “geotipo” que permitiera su explotación en condicio-
            nes de seguridad y rentabilidad. Casi lo logramos Hunosa con el có-
            digo de barras que fueron nuestras columnas estratigráficas. Sin em-
            bargo, nos faltó ese sprint final en el que cada pozo exigiera un plus
            documental aún más a la escala de explotación a la que pudimos lle-
            gar. Hicimos mucho, pero faltó más. Y lo que hicimos fue un ejercicio
            de voluntarismo, más que de voluntad, pues hubimos de remar con-
            tracorriente y contra un amplio vademécum de leyes y normas que
            ente las cuales no hay un solo artículo (¡ni uno solo!) que obligue a ese
            corpus laboratum tridimensional, a saber: columna estratigráfica de
            cada labor, plano geológico de cada planta en explotación (no solo el
            “plano de labores”, que por supuesto sí exige la ley), red de perfiles
            verticales transversales y red de perfiles en dirección. Estos últimos,
            que son los que en la mina se llaman croquis y planos de capa, son
            una valiosísima fuente de información que Hunosa nos ayudó a ho-
            mogenizar con la ambiciosa Base de Datos de Capas de Carbón, un
            gran proyecto que por desgracia llegó muy tarde.

            La pregunta es: ¿podría la Ciencia haber estudiado el fenómeno de
            las fallas hasta el punto de crear un modelo coherente en apoyo del
            laboreo? La respuesta es afirmativa -rotundamente afirmativa- pero
            la Geología no llegó a nuestra cuenca hasta 1980, cuando apostó
            por ella el ingeniero José Manuel Felgueroso y, aún así, nunca un
            geólogo llegó a aparecer en el organigrama directivo de un pozo
            (repito: de un pozo, que es donde están las fallas, quedando los
            fallos para otros lugares). Digamos también que nunca la Univer-
            sidad dedicó una sola tesis doctoral a investigar la fenomenología
            tectónica de la cuenca minera. Así es que, en estas tristes fechas de
            clausura, la estabilidad sedimentaria del yacimiento -que fue nues-
            tro gran descubrimiento- permite construir columnas (códigos de
            barras) y, a partir de ellas, mediante la correlación estratigráfica y
            con la adecuada observación in situ, deducir anticipadamente los
            trastornos que afectan al laboreo. Aunque parezca mentira, todo
            esto lo sigue negando el pensamiento convencional, anclado en
            escalas y esquemas incompatibles con las exigencias de la mina.
            Como ejemplo tenemos la tesis doctoral de Carlos Ignacio Salva-
            dor González (1990) y la síntesis de la misma (1993), dedicada a la






                                               320
   315   316   317   318   319   320   321   322   323   324   325